Cazatalentos: Hola, ¿qué tal?
Músico callejero: Muy bien, ¿y usted?
Cazatalentos: Verás, he estado observándote mientras tocabas y tu estilo me parece absolutamente portentoso. Eres un virtuoso de la guitarra. Tus dedos son ágiles acróbatas sobre los trastes. Nunca había visto nada igual.
Músico callejero: Me alegra lo que dice.
Cazatalentos: El caso es que trabajo para una empresa que promociona nuevos talentos, y viendo el tuyo creo que perfectamente podrías llegar a ser una estrella de fama internacional. Sé que sería una cuestión de tiempo, y no mucho. Pero, por de pronto, ¿qué te parecería ganar mil euros a la semana? Tocar en la calle debe de ser duro, sobre todo en invierno. ¿Te imaginas hacerlo en un teatro lleno de gente entusiasmada, gente gritando tu nombre? ¿Te imaginas no tener que preocuparte nunca más por el dinero? ¿Te imaginas tener tu propia casa?
Músico callejero: Le agradezco su oferta, señor, pero toco por amor, por amor al arte. Mi casa es el mundo, y cada ciudad que visito. La vida es generosa, me proporciona en cada momento lo que necesito. Y, a decir verdad, ya soy muy feliz, inmensamente feliz. Ni se imagina...
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