Desde que tengo memoria, vivo del aire. Me dejo llevar. Voy, según sopla el viento:
Cierzo, Jaloque, Mistral, Monzón, Poniente, Siroco...
Viajar está escrito en mi naturaleza. Es mi esencia. Soy itinerante:
Islandia, Nigeria, Nueva Zelanda, Noruega, Japón, la estepa Siberiana...
Lo mío es volar. Sin alas. Cuestión de ligereza, de altura, de avance:
Mares, llanuras, cordilleras, bosques, hielos glaciares, desiertos como el infinito...
Mi vida rebosa amaneceres, soles que suben y bajan, ocasos preciosos que ni te imaginas. Mi vida es color:
Blanco, azul, gris perla, negro, naranja, rojo de fuego...
No me apego a las formas. Me adapto. Al momento, al clima, al espacio, al tiempo:
A veces, me vuelvo alta y voluminosa; otras, plana y redondeada.
A veces, me encojo; y otras, me estiro despacio, hasta deshilacharme.
A veces, me cargo de agua.
Y otras, me derramo sobre el mundo.
Son cosas de nubes...
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