Última alcachofa del plato: Eh, eh, un momento. ¡Para! Quiero decirte una cosa antes de que me comas.
Leandro: Adelante, cuéntame.
U. a. p.: ¿Por qué quieres comerme?
Leandro: Pues porque estás muy apetecible y porque tengo hambre.
U. a. p.: Pero vas muy deprisa. [...] ¿Sabes una cosa?, he observado detenidamente cómo te has comido a las otras alcachofas.
Leandro: ¿Y has llegado a alguna conclusión?
U. a. p.: Sí, que vas demasiado directo.
Leandro: ¿Directo? ¿Adónde?
A. a. p.: Al corazón.
Leandro: Claro, porque es lo más tierno y lo que más me gusta. Con ese punto entre dulce y amargo...
U. a. p.: Mira, yo soy la última alcachofa del plato, y me gustaría que me comieras de otra manera, si no te importa.
Leandro: ¿De otra manera? ¿Cómo?
U. a. p.: Pues me encantaría que me quitaras las hojas poco a poco, que las fueras saboreando lentamente, una por una, una detrás de otra, y que sólo al final de ese proceso, cuando yo ya esté completamente abierta ante ti, y desnuda, me devores el corazón.
Leandro: La verdad es que me suena bien tu sugerencia.
U. a. p.: Me gustaría que fueras más despacio para poder sentirte y disfrutarte. Además, me caes bien. Sobre todo, porque sé que eres un gran amante de las alcachofas.
Leandro: Así es. Me he comido muchas a lo largo de mi vida, pero tú eres diferente. Tú no eres como las demás.
Comentarios
Publicar un comentario