Ir al contenido principal

Madre


Cuando pienso en esa manzana compartida que me llevo a la boca y disfruto con deleite, en la tela de la camisa que con eficacia recubre mi torso, en el metal brillante del que están hechas las monedas que guardo en mi bolsillo o en el aire costero que inhalo y expande sobremanera mis pulmones, me doy cuenta de que todo eso proviene de ti. Tú eres la raíz misma, el origen, el génesis. La causa primera de aquello que me da la vida, de aquello que me sustenta en éste, tu mundo. 

Cuando cierro los ojos y escucho el canto de los pájaros, el cascabeleo alegre de las aguas que bajan por el arroyo, el susurro del viento penetrando el follaje de los árboles o el gran rugido multiplicado del jaguar, algo dentro de mí resuena y se estremece, ¡vibra! Y me hace sentir tan vivo, tan intensa y profundamente vivo... Tal vez, porque ellos y yo estamos hechos de la misma materia. Quizá, porque, en el fondo, somos lo mismo: hermanos de sangre.

Cuando te miro: redonda, azul, inmensa. Cuando observo los confines de tus continentes, el vaivén oceánico de tus aguas, o el palpitar de tu corazón de fuego, siento emoción y agradecimiento. Agradecimiento por tu luz, por tu calor, por tu abundancia, por tanta dicha que en mí no acaba. Y por todo ello, y por lo que no se puede explicar con humanas palabras, yo te honro; y te amo:

Madre.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Catalina y Miguel: una historia de amor.

Valencia, 15 marzo de 2014. Torre de Santa Catalina: Miguel, ¿cuánto tiempo hace que nos conocemos? Torre de El Miguelete: Poco más de trescientos años, Catalina. Catalina: Aún me acuerdo de cuando nací, a principios del siglo XVIII. ¿Te acuerdas tú? Miguel: Por supuesto que me acuerdo. Llevaba mucho tiempo solo, aquí, en medio de la ciudad, y entonces, poco a poco, fuiste apareciendo tú. No imaginas cuánto me alegré de tu llegada. "Por fin una torre como yo, cerca de mí", pensé. Catalina: Cuánto ha cambiado Valencia, ¿eh?, a lo largo de todos estos siglos... Se ha convertido en una metrópoli muy grande, enorme, y bulliciosa, incluso los seres humanos han construido máquinas voladoras que surcan sus cielos. Es increíble, ¿verdad?, de lo que son capaces las personas... Miguel: Yo llevo mucho más tiempo que tú en la urbe. Antes, incluso, de que los hombres de estos reinos llegaran a las Américas. Tú aún no habías nacido. Aquellos pasaban por ser tiempos

Vaalbará

Pangea fue un supercontinente que se originó hace 300 millones de años y que al fragmentarse (unos 100 millones de años más tarde) dio lugar a Gondwana y Laurasia , los dos protocontinentes precursores de los que existen hoy en día. Sin embargo, a lo largo de la historia de la Tierra han existido otros supercontinentes antes de Pangea ( Pannotia, Rodinia, Columbia, Atlántica, Nena, Kenorland, Ur ...), los cuales fueron fragmentándose y recomponiéndose en un dilatado ciclo de miles de millones de años. El primero de esos supercontinentes se denominó Vaalbará . Vaalbará es un vocablo hibridado que resulta de fusionar los nombres Kaapval y Pilbara , el de los dos únicos cratones arcaicos que subsisten en la Tierra (los cratones son porciones de masa continental que han permanecido inalteradas -ajenas a movimientos orogénicos- con el paso del tiempo). La Tierra hace 3.600 millones de años. Y el supercontinente Vaalbará conformado en medio del superocéano Panthalassa

Los indios no eran los malos de la película

Cuando yo era pequeño y veía las películas de indios y vaqueros en la tele, enseguida me identificaba con los vaqueros. No era de extrañar. A fin de cuentas, a los indios se les pintaba, a todas luces, como los malos, como los salvajes, como unos sanguinarios sin piedad. Sin embargo, los vaqueros, al contrario, eran la gente decente. Los colonos que llegaban a la tierra prometida y se sentían plenamente legitimados para conquistarla, para apropiarse de ella, para explotarla y establecerse allí con sus familias. Ese, aparentemente, era un noble propósito: conquistar un trozo de tierra para darle a tu familia, a tus hijos, la oportunidad de tener una vida mejor y más próspera. Y es, como digo, algo humanamente lógico. Porque, ¿quién no desea tener una vida mejor para sí mismo y para los suyos? Claro que, cuando dejé de ser un niño y me hice mayor, y me informé adecuadamente acerca de aquellos acontecimientos históricos, no tardé en comprender que los indios no eran los malos