California, EEUU.
Diciembre de 1855…
Mamá: ¿Por qué lloras, hijo mío? ¿Qué te ha pasado? Has vuelto muy temprano del colegio, ¿no?
Tommy: Es que… el profesor Grant me ha dicho delante de toda la clase que soy un alumno “estéril e improductivo”, que nunca llegaré a ser alguien en la vida…
Marzo de 1859…
Isaac: Cariño, ¿ese muchacho que vende periódicos no es Tom, el hijo de Samuel y Nancy?
Liz: Sí, el mismo… Pues fíjate, ¡qué bajo ha caído! Dejó la escuela y ahora es un pobre vendedor callejero. Dicen que cuando no trabaja se pasa las horas muertas en la biblioteca, leyendo libros de ciencia sin parar. Y ya ves de qué le sirve: para ser un don nadie sin futuro.
Dieciocho años después,
5 de julio de 1877…
Brian: El jefe lleva más de dos semanas probando filamentos, uno detrás de otro, pero nada… se funden a las pocas horas.
Douglas: Pues ahí está, intentándolo una y otra vez. Parece que no se rinde…
Dos meses más tarde…
Steve: Es increíble. No me lo puedo creer. El jefe ya ha probado decenas y decenas de filamentos y ninguno dura más de doce horas. Pero él sigue y sigue. Nada le detiene. No parece humano este hombre…
Ralph: Lo suyo se está convirtiendo en una obsesión…
Un año después…
Eric: Creo que alguien debería hablar con él. Esto no es normal. Ya se cuentan por centenares los tipos de filamentos que ha utilizado en un año, cada uno de un material diferente, y no se da por vencido. ¡Incluso ha probado con pelos de la barba de Vincent!
Eliott: Yo pienso que este hombre tiene un serio problema de aceptación de la realidad. No se da cuenta de que la vida le está diciendo que tiene que desistir, que tiene que aceptar que ese no es el camino, que no va a conseguir nada por más que se empeñe. La verdad es que me da mucha pena: un hombre joven y talentoso, como él, en la flor de la vida, con treinta y dos años… Estoy empezando a preocuparme por su salud mental…
Dos años después…
Taylor: Jefe… perdone que le moleste, pero… ¿no cree que ya va siendo hora de abandonar, de rendirse y dejar este invento? Yo comprendo su anhelo, su pasión y su tenacidad, pero quizá hagan falta cincuenta o cien años más, no sé, para lograr lo que usted se propone. ¿Es que no se da cuenta de que lo único que está consiguiendo es acumular fracasos?
Jefe: ¿Fracasos? No sé de qué me hablas, Taylor. En cada intento, que tú llamas fracaso, he descubierto un motivo por el cual no funcionaba mi invento. Ahora ya sé mil maneras de cómo no hacerlo…
Ochocientos días y más de mil seiscientos filamentos después:
31 de diciembre de 1879;
Menlo Park, California…
Alcalde: Damas y caballeros: con ustedes, aquí, a mi izquierda, la señorita Amanda Robertson, la reina de las fiestas de nuestra comunidad, que va a ser la encargada de encender el interruptor del mayor y más asombroso invento de la historia: la lámpara incandescente comercial. Y aquí, a mi derecha, el genial artífice de esta maravilla tecnológica, el hijo predilecto de esta ciudad, el genio más brillante de nuestros tiempos, el hombre que llevará a sus casas una luz clara y eficiente por un precio asequible para todos. Tengo el gran honor y el privilegio de presentarles al señor Thomas Alva Edison.
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