El otro día me encontraba tomando fotos cerca de una vía muerta de ferrocarril. Hacía mucho calor...
Había colocado el trípode pegado a una de las paralelas, casi a ras de suelo, para sacar una macro de un tornillo oxidado y medio descolocado, que pensaba quedaría fenomenal en color sepia y con el fondo desenfocado. Total: que estaba imbuido en la faena, cuando, de repente, oí unos pasos a lo lejos…
La artífice de los mismos era una chica rubia y alegre que andaba confiadamente, descalza y con el torso desnudo, manteniendo el equilibrio sin esfuerzo, por una de las vías.
Al observarla, durante mi escrutinio, pensé:
A esta chica la veo muy equilibrada. No pierde de vista el horizonte, por eso no se cae. Llegará lejos en su camino. Tampoco su sonrisa le abandona en ningún momento. Ella sonríe a la vida y la vida le sonríe a ella. Está a gusto en su piel, en paz consigo misma y muy segura de lo que hace. Por eso, va a pecho descubierto, porque es valiente y no tiene nada que ocultar, caminando con los pies en la tierra, sin importarle lo que los demás piensen de ella. Y, por si esto fuera poco, está como un tren. Quizá de ahí le venga la afición a caminar ufanamente por las vías…
- Hola, ¿qué tal?
- Pues aquí, haciendo fotos a los trenes que pasan.
- Pero si esto es una vía muerta. Por aquí no pasa ninguno.
- ¿Estás completamente segura?
- Sí, claro; pero a ti se te ve muy convencido cuando dices que haces fotos a los trenes que pasan. ¿A qué trenes te refieres?
- Si quieres, puedes hacer aquí una parada técnica para repostar y te lo explico…
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