Un día de estos, entrada ya la primavera, y al amparo de un cálido ocaso, tendréis un encuentro furtivo.
A solas, tú y ella, deslizarás tu mano derecha por su espalda, bajo su blusa. Mientras, tu mano izquierda, delicadamente, se posará en su cintura, al tiempo que tus labios callarán su voz temblorosa.
Ella dará un leve respingo cuando tus dedos la escalen, pero luego se te entregará dócilmente al sentir a los otros bucear en su cuerpo.
Los botones se despedirán de los ojales para que su piel escondida vea la luz, y tu boca abrigará su cuello cuando la tela que antes lo cubría alfombre el suelo.
Calmarás tu sed con su piel desnuda, y desde cada beso mil mariposas agitarán sus alas en tu estómago.
Luego, en mitad de la noche, se acurrucará en tu regazo.
Momento en que la tomarás de su mano...
sin pensar,
ni por un instante,
en el cercano e incierto amanecer.
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