Ananda: ...vaya... esto... me pilla un poco... por sorpresa... Pero... a mí me gustan los chicos. Lo siento de corazón, cielo.
Irenea: ¿Sabes?, siempre has sido tan dulce y cariñosa conmigo... que en algunos momentos pensé que...
Ananda: Comprendo perfectamente que te hayas confundido. No te lo reprocho. A mí me habría pasado exactamente lo mismo si hubiera estado en tu lugar. Es lógico, en tus circunstancias, pero mis sentimientos eran... fraternales, no de atracción sexual.
Irenea: Bueno... sé que he corrido un riesgo al decírtelo, pero, aun así y todo, quería expresártelo. ¿Te sientes incómoda?
Ananda: No, en absoluto. La verdad es que algo intuía desde hacía tiempo... aunque le quitaba importancia. [...] Pero no me siento incómoda. Es más, me alegra saberlo, y me siento halagada. Me pareces una mujer muy guapa y elegante. Eres una persona digna, honesta y encantadora. Te admiro profundamente. Siempre me he sentido apoyada y comprendida por ti. Eres una gran amiga. Me encanta que compartamos momentos. Disfruto riéndome contigo, sintiendo tu complicidad. Saber que me deseas y que me amas no es un problema para mí. En realidad, me sube aún más la autoestima.
Irenea: ¿Y qué vamos a hacer, Ananda? ¿Vas a ser más comedida conmigo a partir de ahora?
Ananda: No, no voy a ser más comedida contigo porque no tengo miedo de ti. Siempre me has respetado, y confío plenamente en tu capacidad como persona. Estoy segura de que no vas a dejar de respetarme. Y tampoco se va a acabar el mundo si en algún momento descubro ciertos matices en tus palabras, en tu mirada o en la forma que me tocas. Me parecería algo comprensible y excusable, dadas las circunstancias. Y si eso se da, me seguirá compensando tu amistad.
Irenea: Pero ahora, cuando te acaricie el pelo, te coja la mano, o te abrace si dormimos juntas, sabrás que siento algo especial por ti, sabrás que te amo y que te deseo. ¿De veras que no te va a hacer sentir incómoda?
Ananda: De verdad que no, preciosa. Somos seres humanos. Amar está en nuestra naturaleza. No es ningún pecado sentir algo hermoso. Y menos, todavía, sentir amor o deseo por alguien, aunque no seamos correspondidos en la medida o en la forma que nos gustaría. El amor nos ennoblece, nos eleva; y el deseo hace que nos sintamos vivos. ¿Cómo podría sentirme incómoda por tus sentimientos? Yo confío en mí misma. Confío en ti, Irenea. Y confío en el amor que hemos construido juntas durante todos estos años. Lo siento como algo sólido que hay entre nosotras.
Irenea: ¿Pues sabes, Ananda?, ahora que te escucho decir todo eso, aún me gustas más.
Ananda: Bueno... lo comprendo. Siempre he pensado que eras una chica con muy buen gusto. Jajaja.
Irenea: Jajaja.
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