Llegas diez minutos antes a nuestra cita, y me has pillado tendiendo la ropa.
No te has fijado, pero te estoy viendo sentada en el banco del parque, desde mi balcón...
Sí, te observo sin que te des cuenta:
cómo te atusas el pelo,
cómo de vez en cuando te das aire con la mano para sobrellevar el calor,
cómo te recolocas cada pocos segundos,
cómo te ajustas las gafas,
cómo cruzas las piernas...
Pareces nerviosa...
Ahora me alegro de no haberte dado mi dirección,
de haber quedado contigo en ese banco,
de poder mirarte furtivamente...
Compruebo que para la ocasión te has puesto un vestido muy veraniego,
y esas sandalias que tanto me gustan.
La tarde promete...
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