Ir al contenido principal

El arte del engaño



Tiempo atrás...

En mi calidad de experto internacional en márquetin, y dado que ustedes me han contratado para que les asesore por mis éxitos cosechados en el campo de la publicidad, quisiera dejar clara una cosa antes de pasar a otros asuntos. Si ustedes quieren tener éxito y mantenerse el mayor tiempo posible en la cresta de la ola, hay una consigna que deben grabarse a fuego en la memoria, como si les fuera en ello la vida. Porque quizá les vaya en ello la vida...

Cuando ustedes consigan la confianza del pueblo, sus enemigos, es decir, todos aquellos que no piensen como ustedes y que quisieran borrarlos del mapa, comenzarán a incordiar con lo de siempre. Primero, porque será lógico que ellos se sientan molestos cuando ustedes tomen decisiones que les afecten. Y a eso habrá que sumarle las cosas que ustedes harán... y que saldrán mal, como esas miserias que querrían esconder pero que a menudo afloran cuando menos lo esperan. Ya me comprenden...

Como les digo, la consigna que ustedes han de tener en cuenta es la siguiente: NUNCA JAMÁS RECONOCER LA VERDAD. Pase lo que pase. Bajo ninguna circunstancia. Antes morir que reconocerla. Es así de simple. ¿Me he explicado con claridad? Pues grábenselo. Mi recomendación, antes que decir la verdad, es que ustedes se sirvan de algo muy socorrido en estos casos: el cinismo. Utilícenlo a diestro y siniestro, en cada ocasión que se les brinde. O sea: en todas y cada una de las ocasiones en las que vayan a abrir la boca. La humildad la dejaremos para los débiles y la sinceridad para los niños. Y recuerden: en lo que concierne a mentir y a ser un cínico, la maestría llega con la experiencia. Así pues, ¡practiquen!

Hay otra cuestión que deben tener igualmente clara. Tanto, como la luz que nos alumbra. Y es que, de momento, y quizá durante mucho tiempo, ustedes jugarán con ventaja, porque una parte considerable de la población es como ustedes, sólo que a otra escala menor. Son personas afines que nunca verán con malos ojos lo que ustedes hagan. A fin de cuentas, ellos harían lo mismo en su lugar. 

Otra gran parte de la población es inculta. Es decir, son ese tipo de personas que creen a pies juntillas lo que les cuentan en los telediarios y en los anuncios de la tele. Son personas fácilmente manipulables que se tragarán sin masticar cualquier cosa que ustedes repitan o que digan con convencimiento. Esos no son nada preocupantes. Un deportista de moda les vendería arsénico diciéndoles que es para blanquear los dientes... y lo comprarían.

El resto, es decir, el grupo de ciudadanos que podrían suponer una amenaza a sus intereses serán, de momento, una minoría. Todos esos tendrían que haber nacido en algún país transpirenaico, como Suiza, Austria o Noruega, pero han nacido aquí... Así que, para no complicarse la vida, la estrategia que deben seguir con ellos es la misma que con el resto, esto es: mentiras y cinismo.

Y ahora, pasemos a otros asuntos...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Catalina y Miguel: una historia de amor.

Valencia, 15 marzo de 2014. Torre de Santa Catalina: Miguel, ¿cuánto tiempo hace que nos conocemos? Torre de El Miguelete: Poco más de trescientos años, Catalina. Catalina: Aún me acuerdo de cuando nací, a principios del siglo XVIII. ¿Te acuerdas tú? Miguel: Por supuesto que me acuerdo. Llevaba mucho tiempo solo, aquí, en medio de la ciudad, y entonces, poco a poco, fuiste apareciendo tú. No imaginas cuánto me alegré de tu llegada. "Por fin una torre como yo, cerca de mí", pensé. Catalina: Cuánto ha cambiado Valencia, ¿eh?, a lo largo de todos estos siglos... Se ha convertido en una metrópoli muy grande, enorme, y bulliciosa, incluso los seres humanos han construido máquinas voladoras que surcan sus cielos. Es increíble, ¿verdad?, de lo que son capaces las personas... Miguel: Yo llevo mucho más tiempo que tú en la urbe. Antes, incluso, de que los hombres de estos reinos llegaran a las Américas. Tú aún no habías nacido. Aquellos pasaban por ser tiempos

Vaalbará

Pangea fue un supercontinente que se originó hace 300 millones de años y que al fragmentarse (unos 100 millones de años más tarde) dio lugar a Gondwana y Laurasia , los dos protocontinentes precursores de los que existen hoy en día. Sin embargo, a lo largo de la historia de la Tierra han existido otros supercontinentes antes de Pangea ( Pannotia, Rodinia, Columbia, Atlántica, Nena, Kenorland, Ur ...), los cuales fueron fragmentándose y recomponiéndose en un dilatado ciclo de miles de millones de años. El primero de esos supercontinentes se denominó Vaalbará . Vaalbará es un vocablo hibridado que resulta de fusionar los nombres Kaapval y Pilbara , el de los dos únicos cratones arcaicos que subsisten en la Tierra (los cratones son porciones de masa continental que han permanecido inalteradas -ajenas a movimientos orogénicos- con el paso del tiempo). La Tierra hace 3.600 millones de años. Y el supercontinente Vaalbará conformado en medio del superocéano Panthalassa

Los indios no eran los malos de la película

Cuando yo era pequeño y veía las películas de indios y vaqueros en la tele, enseguida me identificaba con los vaqueros. No era de extrañar. A fin de cuentas, a los indios se les pintaba, a todas luces, como los malos, como los salvajes, como unos sanguinarios sin piedad. Sin embargo, los vaqueros, al contrario, eran la gente decente. Los colonos que llegaban a la tierra prometida y se sentían plenamente legitimados para conquistarla, para apropiarse de ella, para explotarla y establecerse allí con sus familias. Ese, aparentemente, era un noble propósito: conquistar un trozo de tierra para darle a tu familia, a tus hijos, la oportunidad de tener una vida mejor y más próspera. Y es, como digo, algo humanamente lógico. Porque, ¿quién no desea tener una vida mejor para sí mismo y para los suyos? Claro que, cuando dejé de ser un niño y me hice mayor, y me informé adecuadamente acerca de aquellos acontecimientos históricos, no tardé en comprender que los indios no eran los malos