Gobernador: ¿Qué noticias me traes del melenudo insurgente?
Consejero: Esta mañana ha sido visto cerca de aquí, arengando a una gran multitud, excelencia.
Gobernador: ¿Qué tal está funcionando la campaña de difamación con nuestros emisarios? ¿Se la traga el pueblo? ¿Surte efecto?
Consejero: A decir verdad, excelencia, parece que el pueblo le apoya cada vez más.
Gobernador: ¿Pero cómo es posible?
Consejero: La gente está muy cansada, y harta, de que sus hijos pasen hambre, de que cada vez haya más miseria, de que se les esclavice hasta la extenuación, de que se les lleve a prisión por no someterse a nuestras leyes... mientras nosotros vivimos como faraones a costa de exprimirles con nuestros impuestos. Lo cierto es que cada vez son menos las personas que se creen nuestras mentiras.
Gobernador: ¿Y qué le dice el melenudo ese al pueblo? ¿Es hostil con nosotros?
Consejero: En mi opinión, excelencia, se trata de un personaje sencillo que vive de forma muy humilde. Parece un hombre de paz, además de ser inteligente. Su discurso es muy coherente. Y su propósito es que las gentes de bien se unan para derrocarnos, pero sin derramamiento de sangre, pacíficamente. Simplemente, con la fuerza de los argumentos y la de un pueblo que se alza unido contra un sistema que él califica de tiránico.
Gobernador: Quiero que se le persiga, que se le dé caza y que se le relacione con los insurgentes que han intentado matarme varias veces. Luego, lo acusaremos de sedición y lo condenaremos a muerte. No descansaré tranquilo hasta verlo crucificado. Así, el pueblo sabrá quién es Poncio Pilatos, y lo que les espera a quienes se rebelen contra mí.
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