Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de octubre, 2012

Conversación canina

Tobi:   Siempre me he preguntado por qué los perros somos los mejores amigos del ser humano. Sultán:   Pues está claro, Tobi, porque los humanos no entienden nuestro idioma perruno de ladridos. Y como creen que nunca les llevamos la contraria... T: Sí, es verdad; y también porque disfrutan mandando sobre nosotros.  S: Efectivamente. A lo que yo añadiría que a menudo se encuentran faltos de cariño, así que en cuanto les damos un poquito, ya nos los metemos en el bolsillo. T: Muy cierto. Todo eso que obtienen de nosotros, difícilmente pueden encontrarlo en las personas. Ni siquiera en sus propias parejas: fidelidad, sumisión, cariño, ausencia de discusiones... Por eso nos quieren tanto. S: Así es, Tobi. Así es. T: ¿Pues sabes una cosa, Sultán?, algo que he estado pensando últimamente es que empieza a resultarme bastante incómodo lo de llevar correa. Siempre tenemos que ir por donde le parece bien a nuestro amo, y si nos salimos de la trayectoria que él va marcando o h

Los objetos tienen alma

En mi opinión, decir que los objetos no tienen vida es incierto. De hecho, muchas veces se alude a su vida útil para referirse a su duración en el tiempo. Y si uno se para a pensarlo, también poseen una fecha de fabricación, un nacimiento,  y un final (a veces, denominado caducidad ). Exactamente igual que un ser vivo. Es verdad que no son orgánicos y que no pueden reproducirse. Pero sí que lo es que cumplen una función de relación con su entorno, tal como la cumplen los seres vivos. ¿Acaso tú no te relacionas con tu móvil o con tu ordenador y ellos contigo? ¿Acaso no intercambiáis miradas e información? ¿Y no es cierto que tú también te relacionas con tu ascensor cuando pulsas un botón... y él te obedece? ¿A que él te va dando información en una pantalla de la planta en la que te encuentras en cada momento? ¿Y no es eso un intercambio? ¿No es una función de relación? O cuando te subes en tu coche: tú manejas el volante, las marchas, los intermitentes, aprietas botones,

Encuentro ígneo

A instancias de la diosa Hydra y sus encantos, había prendido en el corazón del dios Pyros un fuego de proporciones nunca vistas en la eternidad. Un fuego incendiario expandiéndose vorazmente en una combustión titánica sin medida. Un fuego abrasador y calcinante, como el que rige en el núcleo incandescente de una estrella. Un fuego palpitante que exhalaba con cada aliento una suerte de llamaradas crecientes y multiplicadas. Un fuego absoluto. Un fuego infinito. Entonces, llegó la diosa Hydra, con intención de aplacar aquella ignición devastadora. Traía consigo, sobre su hermosa cabeza de cabellos líquidos y ondulados, una pléyade de nimbos descomunales cargados de lluvia. Arrastraba tras de sí océanos inabarcables, jamás cartografiados en los atlas de los hombres. Portaba en sus manos divinas los más caudalosos ríos de la tierra conocida; y todos los torrentes, manantiales y arroyos de agua fresca que pudo encontrar a su paso por el mundo. Llegó la diosa Hydra y abrazó al di

La frontera

PRIMERA PARTE Tierra, año 2478. El TECAP (Telescopio Extrasolar de Campo Profundo), situado en los confines del Sistema Solar, envió hace una semana las primeras imágenes de resolución absoluta del planeta Kaier, distante 7 años luz de la Tierra. Los científicos a cargo del proyecto Ícaro, de la COMEI (Consorcio Mundial para la Exploración Interestelar) han desvelado a la opinión pública que se trata de un planeta geoide de color verdoso, recubierto casi por completo de una densa masa arbórea y de musgo, con una composición gaseosa atmosférica muy similar a la de la Tierra y en cuya región meridional se ubica un entramado de ciudades interconectadas mediante un complejo patrón fractal. Dichos expertos han calculado que la civilización regente del referido planeta podría estar entre veinticinco y cincuenta mil años más avanzada que la Humanidad. Se trata, por tanto, del primer mundo en el que se encuentra vida inteligente y desarrollada. Albos: ¿Qué necesidad tienes de

La cajera del Consum

Acabo de llegar del Consum, de comprar una escoba para barrer la cocina. Vengo de uno que me queda a cinco minutos de casa, y al que acudo de vez en cuando a comprar algunas cosas que me hacen falta. A veces, al hacer cola, me toca una cajera que tendrá entre cuarenta y cinco y cincuenta años. No es especialmente agraciada, ni tiene el mejor tipo que yo haya visto en una mujer. Tampoco lleva el pelo muy arreglado, que digamos. Incluso, a poco que uno se fije, descubre sin demasiado esfuerzo que le impregna la expresión de su rostro un aire triste y gris, como con una melancolía inherente y tenaz, que no pudiera remediarse. Y quizá por todo ello, por esa aureola de persona venida a menos, no me parece, de buenas a primeras, una mujer especialmente femenina, ni sexy, ni, en lo particular, atractiva. Con todo, la mencionada tiene algo que, por de pronto, me llama la atención, y que la diferencia del resto de sus compañeros. Me refiero a que cada vez que se despide de un cliente

Fusión nuclear

Átomo de hidrógeno Alfa: Tu rostro me resulta familiar. ¿Cómo te llamas? Átomo de hidrógeno Beta: Hidrobeta. ¿Y tú? Hα: Hidroalfa. Hβ: Bonito nombre. ¿Sabes?, es la primera vez que te veo, pero es como si te conociera de toda la vida. Hα: ¡Vaya!, yo siento lo mismo, Hidrobeta. ¿Y qué haces tú por aquí?, si se puede saber. Hβ: Flotar en el espacio interestelar, como tú, supongo. Hα: ¿Cuántos años tienes? Hβ: Catorce mil millones. ¿Y tú? Hα: Yo sólo seis mil quinientos años. Hβ: Eso es muy poco. ¿Cómo es posible? ¿Cuál es tu historia? Hα: Provengo de un planeta llamado Tierra. Allí me fabricaron en una industria para luego utilizarme como combustible en una nave espacial. El caso es que cuando la nave abandonó la órbita terrestre hubo una pequeña fuga en el tanque de confinamiento donde yo estaba, y salí al exterior. Y desde entonces llevo miles de años vagando por el espacio interestelar. Hβ: Es una historia interesante. Muy diferente a la mía. Y, sin

La fragua

Cierto día, un trozo de hierro dulce comenzó a ser golpeado de forma incesante y contundente por un recio martillo. Transcurrió el tiempo y el trozo de hierro empezó a lamentarse amargamente. El pobre, desesperado y compungido por el dolor, no entendía nada de lo que estaba sucediendo: ni dónde se encontraba ni por qué le ocurría todo aquello. No lo comprendo… no sé qué he hecho yo para merecer semejante castigo. Este maldito hombre no hace más que golpearme cruelmente con un martillo. ¡Lo odio! No soporto que me introduzca en estas brasas candentes, con este calor sofocante. Y después, cuando creo que todo ha acabado, vuelta a comenzar con el martillo… ¡Esto duele mucho!  ¡No aguanto más! ¿Es que no va a terminar nunca este tormento? Pero lo que el trozo de hierro ignoraba era que se encontraba en una fragua, y que aquel hombre no era sino el mismísimo dios Vulcano, encarnado en herrero, quien lo había elegido especialmente a él para convertirlo en el acero templado de

Libre albedrío

Aladiah: ¿La veis? Pample está empezando a nadar en dirección a las rocas. Lelahel: Sí, y no parece que tenga intención de detenerse. Lauviah: Anauel, ve con su madre. Se ha quedado sola en la orilla. Abrázala e inspírale confianza. Que esté tranquila. Anauel: Sí, maestro. Voy enseguida. Nemamiah: Vehuiah, ¿tú crees que lo conseguirá? ¿Logrará Pample llegar a las rocas? Hay más de doscientos metros entre la primera roca y la orilla. Vehuiah: Ahora mismo yo soy su voluntad, y no tengo intención de despegarme de ella ni por un instante. Seheiah: Mirad, Karl la está siguiendo. Nada detrás de ella. No quiere dejarla sola. No quiere que le pase nada desagradable. Lauviah: Haiaiel, Sealiah, id con él y dadle fuerza y confianza. A ver si conseguimos que no desfallezca. Haiaiel: Sí, maestro. Vamos inmediatamente. Pero como bien sabes, Karl no se va a rendir. Mira su aura: está lleno de amor. Eso le alejará de todos los peligros. Jeliel: Maestro Lauviah, a Pample le f

Malas hierbas

Ciria: Qué placer vivir en el campo, cariño. Por fin nuestro sueño se ha hecho realidad. Leucos: Sí, a mí también me encanta. Aunque lo que no me gusta tanto son estas malas hierbas que están saliendo alrededor de la casa. No hago más que quitarlas y vuelven a salir. A ver si un día de estos cuando me cruce con Vena, el pastor, le pregunto cómo podemos deshacernos de ellas. Ese hombre sabe de todo.  Tres meses más tarde... Ciria: ¿Cómo te encuentras, mi amor? Leucos: (Lánguidamente y con la respiración entrecortada) Muy debilitado... Creo que... no me queda mucho tiempo de vida, preciosa. Esto se acaba... Tienes que ir preparándote... C: (Sollozando) Por favor, Leucos, no digas eso, te lo ruego. Estás en manos de los mejores médicos, y están haciendo todo lo posible para que te cures. L: Lo único que hacen es... meterme venenos en la sangre... y cada día que pasa es peor. No hacen efecto, y... a mí se me acaban las fuerzas... C: ¿Sabes quién está ahí fuera,

Un salvaje en la ciudad

Mauare: ¿Qué ser esa cosa como agua pero dura? Lorenzo: Un cristal. M: ¿Y por qué hombre detrás cristal correr tanto y no avanzar? L: Es que está haciendo ejercicio sobre una cinta. Es un gimnasio. M: ¿Pero para qué correr y no ir a ninguna parte?  L: Pues para ejercitar los músculos y hacerse fuerte. M: Jajaja. Pero mirar hombre, amigo Lorenzo, estar muy cansado, y no parar de sudar. Jajaja. Correr y no ir a ninguna parte no servir para nada. Nosotros correr para cazar animales, y subir a árboles para coger frutas o caminar para transportar agua. Eso servir para algo. Pero esto… Jajaja. Y mirar ahora hombre de allí, ¡hacer equilibrio en máquina de ruido y que va deprisa! Pero, ¿qué pasa si animal cruzar delante y tener que frenar? L: Pues… lo más probable es que se caiga. M: Jajajaja. ¿Pero entonces para qué subir a máquina en la que poder morir fácilmente? Jajaja. No entender. L: Esa máquina veloz y ruidosa se llama moto, Mauare. Y algunas personas se