Hace 790.000 años. A orillas del río Jordán...
Unf: Por más que me empeño, no lo consigo. No hay forma...
Gor: ¿Dónde está el problema?
Unf: Hace unos meses encontré en el bosque una madera seca muy especial. Al frotarla contra una roca provoqué que la punta del palo se volviera incandescente, pero no conseguí que surgiera una llama. Sé que estuve a punto, me faltó muy poco. Fue el momento en el que estuve más cerca, pero al final no prendió. Y, desde entonces, no he vuelto a encontrar una madera como ésa.
Gor: Ya... ya lo sé, Unf.
Unf: Con el pedernal logré algún éxito puntual. Conseguí crear chispas, sí, pero éstas no provocaban fuego cuando caían sobre la hojarasca. Lo intenté decenas de veces. Pude generar chispas de distinto volumen e intensidad, pero ninguna de ellas prendió la hojarasca. Ninguna...
Gor: Pensaba que habías alcanzado ciertos avances en los últimos días.
Unf: Eso pensaba yo también, con las nuevas maderas. Frotándolas unas contra otras he conseguido crear bastante calor, pero sólo al principio. No he sido capaz de mantenerlo por mucho tiempo, el que haría falta para una ignición sostenida. Al final, me canso de tanto frotar y no ver resultados... y el calor se pierde, se va...
Gor: Te veo un tanto desmoralizado, y triste...
Unf: Todos estos fracasos consecutivos, uno tras otro, me hacen sufrir mucho, porque yo quisiera crear fuego por mí mismo, para no depender del volcán ni del rayo. Así podríamos mantenernos alejados de las tinieblas por la noche, podríamos calentarnos en nuestras cuevas, defendernos de las bestias más feroces y dejar de comer la carne cruda, que ya me da asco... El fuego cambiaría por completo nuestras vidas. Supondría un avance tremendo. Seríamos más felices si consiguiéramos dominarlo...
Gor: ¿Sabes, Unf? Hace días que quiero decirte algo, y no te lo he dicho antes porque te he visto muy ilusionado con tus experimentos. No quiero hacerte daño, compañero, pero creo que ha llegado el momento de que aceptes que no puedes conseguir todo lo que te propongas en esta vida... Tú has enseñado a la tribu a mover rocas grandes con troncos. Has inventado hachas para cortar ramas y árboles, y lanzas de punta abierta para pescar eficazmente en el río. Tú nos has enseñado a tratar la piel del oso para que no se pudra, y a tejerla, para vestirnos con ella, y así poder soportar el frío de las largas noches. Tú nos has dado tanto, compañero... Pero creo que ha llegado el momento, como digo, de que asumas la realidad y tus limitaciones, de que aceptes que no puedes crear fuego. Eso es tarea de los dioses, y algo que está vedado a los humanos. Es evidente. Sé que no te gusta la palabra, pero debes aceptar que crear fuego es imposible, que jamás lo conseguirás por más que te empeñes, que está fuera de tu alcance.
Unf: Pero...
Gor: Piénsalo: ¿cómo era tu vida antes de que vieses el fuego por primera vez? Podías vivir sin él, ¿no? ¿Y por qué no puedes seguir haciéndolo ahora?
Unf: Recuerdo... aquella vez... cuando aquel rayo cayó cerca de la cueva e incendió un árbol... Recuerdo cuando arranqué una de las ramas todavía llameantes y la tuve en mis manos durante unos instantes... ¿Te acuerdas, Gor? ¿Te acuerdas de aquella noche? Fue el momento más feliz de mi vida. Fue como la magia que crean los dioses... sentir que era mía... que estaba ahí mismo, en mis manos, acariciarlo con la punta de mis dedos... Y fue entonces cuando brotó en mí ese sueño de crear el fuego... Desde entonces, no he podido apartarlo de mi mente. Porque lo amo, lo deseo, lo anhelo... ¿Me comprendes? ¿Puedes comprenderme, Gor? ¿Puedes comprenderme, compañero?
Gor: Yo sólo quisiera que dejaras de empeñarte en un imposible, que te rindieses ante la evidencia y que dejaras de sufrir en vano. Olvida el fuego, Unf, o al final te abrasará el alma.
Unf: Sí... puede que tengas razón... quizá...
...tal vez...
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