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El gran reto


Bajo el Sol cenital del solsticio de verano, justo en el vértice donde confluían los ríos Damodar y Kasai, refulgían bronceadas y titilantes las siete cúpulas de oro del Gran Palacio Shanti. Morada de Narayan Praya, el brahmán de los Territorios del Noreste.

A la sombra de un sauce gigante de belleza indescriptible, imponente, ribeteada con incrustaciones del mejor cuarzo y aledaña a un arroyo de aguas cristalinas que desembocaba en la margen izquierda del Kasai, se alzaba en medio del jardín una inmensa y lujosa pecera de agua salada…

Anampses lineatus: Acanthurus, ¿puedes ver el océano?
Acanthurus leucosternon: Sí, allá a lo lejos, resplandeciendo en color turquesa. Hoy, rebosa hermosura.
Anampses: ¿Y no lo echas de menos?
Acanthurus: Yo era muy pequeño cuando me trajeron aquí cautivo. Apenas lo recuerdo. Muy vagamente… Aunque a veces, cuando lo observo en la distancia, como ahora, todavía soy capaz de evocar un ápice de su genuina belleza.
Anampses: ¿Y no se te despierta algo en tus entrañas? Me refiero… algo como… como un ansia irrefrenable. Como un deseo vehemente de regresar allí a toda costa y nadar en sus aguas.
Acanthurus: A decir verdad, no me siento a disgusto en la pecera. El agua que nos proporcionan los surtidores proviene del mismísimo océano, nos dan de comer todos los días comida apetitosa, el paisaje es agradable… Y, por si fuera poco, disfrutamos de la compañía de otros semejantes. ¿Por qué habría de experimentar anhelo alguno?
Anampses: Quizá porque te faltara lo más importante: ser libre.
Acanthurus: Imagino que sabrás que el océano está lleno de peligros. Hay depredadores que pueden devorarte sin piedad, barcos de pesca con grandes redes capaces de atraparte cuando menos lo esperas… Además, tienes que buscar refugio y comida, compañera para aparearte y hacer frente a todo tipo de inclemencias.
Anampses: Yo aún recuerdo los arrecifes coralinos, salpicados de aquellos colores tan brillantes, la variedad de algas meciéndose con la corriente, las colonias de medusas desplazándose muy despacio, la inmensidad de las aguas, llenas de novedades… Recuerdo nadar muy deprisa, todo lo deprisa que podía con mis aletas, y no acabarse nunca el océano; seguir, y seguir nadando, hasta casi agotarme, y quedarme siempre por delante el infinito… Me sentía pleno y dichoso. Sentía que mi vida tenía sentido. Y lo cierto es que nunca pensé en esos peligros que comentas.
Acanthurus: De todos modos, lo de regresar al mar es una quimera. ¡Un imposible! Estamos condenados a muerte en esta pecera, Anampses. Es sólo una cuestión de tiempo.
Anampses: No hay nada imposible, Acanthurus, nada...
Acanthurus: Siempre me has caído bien, Anampses. Siempre he pensado que eras un pez muy especial. Tienes algo que los demás no tienen… Pero eres demasiado soñador, como un pequeño alevín. Creo que te falta algo más de madurez. Y ser más realista. Aceptar las cosas como son. Aprender a resignarte. Plegarte a tu destino...
Anampses: ¿Sabes?, he hecho algunos cálculos, Acanthurus. Verás: el extremo norte de la pecera se encuentra a poco menos de dos squalus (Squalus acanthias: nombre de un pequeño tiburón de un metro de longitud) del arroyo. Y entre el borde de la pecera y aquél sólo hay un desnivel de un squalus. Por otro lado, la pecera mide unos diez squalus de longitud. Y entre el nivel del agua de la misma y su borde hay la mitad de la longitud de mi cuerpo (unos 6 centímetros). Esto significa que podría nadar muy deprisa, como nunca antes, tomando carrerilla a una aleta por debajo de la superficie del agua, y justo antes de chocarme contra la pared de la pecera, dar un salto y llegar al arroyo.
Acanthurus: ¡¿Te has vuelto loco, Anampses?! Eso es extremadamente peligroso. Es muy arriesgado. ¡Te juegas la vida! Si no alcanzas el arroyo caerás en tierra y te asfixiarás.
Anampses: Lo sé. Pero si tengo éxito, alcanzaré el río; y siguiendo su corriente podré llegar al océano.
Acanthurus: Olvidas que tú eres un pez de agua salada y los ríos son de agua dulce. La sobrepresión osmótica que generarían las sales minerales de tu cuerpo te haría reventar.
Anampses: Pero tú olvidas que los peces de agua salada podemos beber. Así que yo beberé un poco de agua de río, sólo un poco, para equilibrar la osmosis en mis tejidos. Además, en esta época del año el río baja muy caudaloso, y su corriente es muy veloz. Lo oigo por las noches. Lo que significa que podría llegar al mar en la veinteava parte de lo que dura un día. Sé que puedo conseguirlo.
Acanthurus: Entonces, ¿lo vas a intentar?
Anampses: No, lo voy a hacer.

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