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La niña amada



Papá: Graciela, sé que esta mañana te he levantado la voz y te has asustado. No está bien decir las cosas como yo te las he dicho, y te pido perdón. No quería hacerte daño.
Graciela: No pasa nada, papi. Luego me has hecho reír y se me ha olvidado todo.
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Graciela: Papi, ya he metido toda mi ropa sucia en la lavadora. Ahora tienes que poner tú el detergente, ese líquido que huele tan bien y apretar el botón para que dé vueltas.
Papá: Me siento orgulloso de ti, Graciela.
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Graciela: Papi, no me apetece recoger mis juguetes. Es que hay muchos tirados por el suelo y estoy cansada. Quiero ir ya al parque para jugar con mi amiga Alicia. Ayer me dijo que también iría hoy.
Papá: Cariño, recoger los juguetes es tu responsabilidad. En cuanto lo hagas, nos vamos al parque. Seguro que Alicia ya estará allí esperándote y con muchas ganas de verte.
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Graciela: Papi, ¿quieres que te cuente por qué mi osito de peluche tiene miedo de los pájaros?
Papá: Claro que sí, mi amor. Me encantaría que me lo contaras. Te escucho.
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Graciela: Papi, ¿por qué cuando intento ir en la bici sin las ruedas pequeñas me caigo?
Papá: Porque estás aprendiendo. Es cuestión de equilibrio y de que confíes en ti misma. Ya verás cómo podrás hacerlo muy pronto. Tú eres capaz de conseguir todo lo que te propongas. Y yo estoy aquí para ayudarte.
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Graciela: Papi, ¿qué diferencia hay entre querer y amar a alguien?
Papá: Pues que cuando tú quieres a alguien quieres estar con esa persona. Eso es lo que más te importa. Pero cuando la amas, lo que más te importa es que esa persona sea feliz.
Graciela: ¿Y tú me amas, Papá?
Papá: Sí, preciosa, te amo; con todo mi corazón.

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