Ir al contenido principal

Intuición femenina



Este mediodía iba en el tranvía y dos hombres sentados detrás de mí mantenían una animada conversación. Uno le decía al otro, jactándose de ello, que aprovechaba ciertas reuniones de su mujer con amigas algunos fines de semana para verse furtivamente con su amante, y que aquélla ni lo sospechaba. Mientras, el otro le decía, entre risas: Eres un fuera de serie. He sentido cierto asco, lo confieso.

Yo, para mis adentros, pensaba: o su mujer se hace la sueca, por los motivos que sea (porque le interesa, seguramente), o este hombre nunca la mira a los ojos; una de dos. Porque yo creo que es prácticamente imposible (rescato, momentáneamente, esta palabra del destierro) engañar a una mujer si la miras a los ojos.

Creo, decididamente, que las mujeres, en general, poseen una intuición extraordinariamente desarrollada. Mucho más que los hombres. Lo he comprobado muchas veces; muchísimas.

Hace unos pocos días, sin ir más lejos, una mujer que me conoce por el Facebook, y que vive en EEUU, me dijo una serie de cosas sobre mí después de haber visto mi foto de perfil. Una mujer que vive a miles de quilómetros de mí y que no me conoce en persona. Simplemente, viendo una foto mía. En fin, que me dejó helado; gratamente sorprendido. Y no era la primera vez que me sucedía una cosa así. Ni la segunda...

Una mujer cualquiera, y tanto más cuanto más conectada esté con su esencia femenina, en tan solo una fracción de segundo, puede percibir si el hombre que tiene delante se siente atraído por ella o no, si se siente seguro de sí mismo o si tiene miedo, si es fuerte o débil, si es maduro o inmaduro, si podría ser un buen padre para sus hijos o no, o si dice la verdad o miente. Basta con que ella y ese hombre estén frente a frente y se miren a los ojos. Con eso es suficiente.

Ante esta condición, un hombre, en su interacción con una mujer, puede tender a huirle la mirada, o bien mirarle directamente a los ojos.

Yo, personalmente, encuentro muy estimulante hacer lo segundo.

Cada día, más.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Catalina y Miguel: una historia de amor.

Valencia, 15 marzo de 2014. Torre de Santa Catalina: Miguel, ¿cuánto tiempo hace que nos conocemos? Torre de El Miguelete: Poco más de trescientos años, Catalina. Catalina: Aún me acuerdo de cuando nací, a principios del siglo XVIII. ¿Te acuerdas tú? Miguel: Por supuesto que me acuerdo. Llevaba mucho tiempo solo, aquí, en medio de la ciudad, y entonces, poco a poco, fuiste apareciendo tú. No imaginas cuánto me alegré de tu llegada. "Por fin una torre como yo, cerca de mí", pensé. Catalina: Cuánto ha cambiado Valencia, ¿eh?, a lo largo de todos estos siglos... Se ha convertido en una metrópoli muy grande, enorme, y bulliciosa, incluso los seres humanos han construido máquinas voladoras que surcan sus cielos. Es increíble, ¿verdad?, de lo que son capaces las personas... Miguel: Yo llevo mucho más tiempo que tú en la urbe. Antes, incluso, de que los hombres de estos reinos llegaran a las Américas. Tú aún no habías nacido. Aquellos pasaban por ser tiempos ...

Vaalbará

Pangea fue un supercontinente que se originó hace 300 millones de años y que al fragmentarse (unos 100 millones de años más tarde) dio lugar a Gondwana y Laurasia , los dos protocontinentes precursores de los que existen hoy en día. Sin embargo, a lo largo de la historia de la Tierra han existido otros supercontinentes antes de Pangea ( Pannotia, Rodinia, Columbia, Atlántica, Nena, Kenorland, Ur ...), los cuales fueron fragmentándose y recomponiéndose en un dilatado ciclo de miles de millones de años. El primero de esos supercontinentes se denominó Vaalbará . Vaalbará es un vocablo hibridado que resulta de fusionar los nombres Kaapval y Pilbara , el de los dos únicos cratones arcaicos que subsisten en la Tierra (los cratones son porciones de masa continental que han permanecido inalteradas -ajenas a movimientos orogénicos- con el paso del tiempo). La Tierra hace 3.600 millones de años. Y el supercontinente Vaalbará conformado en medio del supe...

"¡Qué alivio!".

Vivo al lado del campo. Cruzo la calle y ya estoy en la huerta. Me asomo por la ventana y lo que veo son quilómetros de un horizonte verdoso y salpicado de vegetación. Llevo más de un año y medio observando este paisaje, escuchando sus sonidos y disfrutando de sus múltiples matices. Me he acostumbrado a él y ya me resulta totalmente familiar. Lo conozco bien. Hace un par de días que escucho a los pájaros cantar en mayor cantidad y con más intensidad que días atrás. Lo percibo claramente. Ha habido un antes y un después desde el comienzo de la cuarentena. También me he dado cuenta de que los gatos callejeros están adoptando nuevos y curiosos comportamientos. Ahora, por ejemplo, deambulan, incluso en manada, más allá de sus territorios habituales. O se detienen en mitad de la calzada sin preocuparse. O se aventuran a explorar campos aledaños. Incluso alguno se atreve a subirse, para otear, al capó de un coche. El caso es que la drástica reducción del tráfico de vehículos y...