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Mostrando entradas de abril, 2014

Yo, robot.

Confederación Europea, año 2090. Una pareja acaba de comprar un niño-robot de cuatro años. Un ser artificial de apariencia y comportamiento totalmente humanos, pero basado en una avanzada tecnología de células biocibernéticas. Un individuo con capacidad, incluso, para crecer físicamente. Aunque, eso sí, ni come, ni duerme. Sólo necesita recargarse con energía solar de vez en cuando. Denisse: Ya está inicializado. ¿Ahora qué hay que hacer? Pol: Veamos... aquí, en el manual de instrucciones, dice que para activar sus sentimientos ambos tenemos que pronunciar delante de él, y en voz alta para que la escuche, una determinada secuencia de palabras. D: ¿Y cuál es la secuencia? P: Viene dentro de esta cápsula precintada. D: Pues empieza tú mismo, Pol. P:  Noviembre-eco-alfa-tango-lima-lima-delta-romeo-sierra-sierra-víctor-óscar-lima-alfa-foxtrot. (Breve pausa) Ahora tienes que repetirla tú, Denisse. D: Noviembre-eco-alfa-tango-lima-lima-delta-romeo-sierra-sierra-ví

El loco

El cielo dibujado con un compás infinito y tallado en zafiro, salpicadas las copas arbóreas con los rutilos de un Sol cenital radiando fuego, resplandeciendo el pinar de la aldea en un vivísimo color verdeoro. Algo así como una incandescencia desbordante, pero apaciguada por el rumor sereno del arroyo de Las Justas. Un rumor que se ceñía al paisaje tal como la saeta de un reloj se ciñe a su resorte. Entraba el mes de julio... Regresé a la casa heredada de mi abuelo después de más de treinta años de un nutrido periplo por el mundo. Quería echar raíces allí, lejos de la ciudad. Empezar una nueva vida, mucho más sencilla… Al caer la tarde de aquel día primero, me prodigué por uno de los andurriales de la comarca, el de La Escarcha, el que conduce hasta la Ermita de San Telmo. Lugar donde encontré, apoyado en la pared de poniente, a Benito, el loco del pueblo. Cuántos años sin verlo… Celia: el nombre de su hija. Una princesita preciosa. Su vida, su alegría, su todo... Hast

Cuerpo y alma

Alma: Tengo entendido que algún día podrás hacer cosas maravillosas. Cuerpo: Sí, así es. Alma: ¿Te apetece contarme algunas de ellas? Cuerpo: Cuando llegue el momento, podré tomar la leche dulce y tibia del pecho de mi madre. Más tarde, podré gatear sobre la yerba húmeda del campo, y tiempo después corretear alegremente por los senderos de la vida. Iré creciendo poco a poco, con el ritmo perpetuo de las estaciones, acompasando el devenir y la mudanza de los días, de las noches... Podré también bañarme en el mar, flotar en su superficie de plata y sumergirme en su vientre lleno de vida, allá por el verano. Podré trepar a los árboles, comer los frutos, tiernos y jugosos, que me ofrezcan sus ramas, y mecerme con ellas cuando sople el viento. Podré vestirme y desnudarme, reír y llorar, inspirar y espirar, despertar y adormecerme... Y también podré acariciar, besar, abrazar y fusionarme con otros cuerpos. Mirar sus rostros con mis ojos. Embelesarme con la belleza del mundo. P

Un niño diferente

Mamá: Cariño, nuestro hijo no deja de sorprenderme. Ayer lo vi llevándole agua y lavándole la ropa a esa anciana que vive en la entrada de la aldea. Es que la pobre mujer apenas puede moverse ya... Y esta mañana me ha dicho que le gustaría ir a la leprosería para servir a los enfermos, que no entiende por qué nadie quiere acercarse a ellos. Le he visto tan apenado... ¡Pero, si sólo tiene ocho años! Papá: Sí, es un niño muy especial. En verdad te digo que nuestro hijo personifica una clase de bondad como nunca antes había visto en un ser humano. Mamá: ¿Sabes?, anoche tuve una pesadilla horrible. Soñé con él, aunque era mayor. Tenía unos treinta años. Le veía rodeado de gente, mucha gente, pero luego, en un momento dado, unos hombres le... Papá: No te apures, preciosa. Todo está bien. Sólo fue un mal sueño. Eso es todo. Ahora estamos juntos y somos felices. Disfrutemos de su compañía. Mamá: ¡Mira, por ahí viene!, tan sonriente como de costumbre. Papá: Jesús, am

Adela

Cajera: Son quince euros, señora. Adela: Uy... no me llega. Sólo tengo diez. Pero si apenas he comprado cuatro verduras... Cajera: Lo siento, pero tendrá que dejar algo. Dos días más tarde... Farmacéutica: Doña Adela, ahora tiene que pagar un total de veinte euros por las medicinas. Adela: Pero si antes no tenía que pagar nada. Farmacéutica: Sí, pero con la nueva ley tiene que pagar una parte. Adela: Pues... creo voy a dejar el jarabe para la tos y las pastillas para el dolor de cabeza. Al día siguiente... Carmen: Hola Adela, cuánto tiempo sin verte. Estás más delgada, ¿no? Adela: Bueno... he perdido un poco de apetito, pero estoy bien. Carmen: ¿Sabes que han inaugurado una tienda ahí, en la esquina? Han puesto una mesa con un montón de cosas para picar. Adela: Ah, ¿sí? Vaya... Minutos después... Eugenia: ¿Quiere pasar, señora? Adela: No... bueno... sólo estaba mirando. Eugenia: Pase, mujer, puede comer lo que quiera. Hoy es

Marte y Venus

Quinta Era de la Tierra Venus de mis entrañas: Tres jornadas atrás, acabó la campaña del emperador Marco Aurelio en el norte del continente europeo. Allí, con un esfuerzo sin precedentes, debido a la feroz resistencia que ofrecían sus enemigos, se impusieron victoriosas sus legiones. Hubo ira, fuego y muerte. Pero también, honor. El de un pueblo glorioso que defendió con sangre y acero su libertad: Germania. Conforme a mi condición, yo, Marte, había insuflado el espíritu de la contienda a unos y a otros. Una vez más, había alimentado el ansia de la guerra en los hombres. Y por ello, me sentía orgulloso. Pletórico. Máximo. El aplastante triunfo de Roma me produjo un desacostumbrado éxtasis. Desacostumbrado, digo, porque fue muy intenso, pero breve. Tanto, de hecho, que apenas pude saborearlo. A la mañana siguiente, tomé el cuerpo de un lancero caído en combate y recorrí a pie el campo de batalla. Estaba sembrado de cadáveres y de carne mutilada. El paisaje, hedion

Adolf

Braunau am Inn, Imperio austrohúngaro, 17 de abril de 1899. Adolf: Papá, ya sabes que me gusta mucho dibujar. ¿Tú crees que de mayor podría llegar a ser un gran pintor? Papá: Tú ya eres grande y hermoso, hijo mío. Eres inteligente y sobradamente capaz de crear belleza. Puedes llegar a ser lo que tú quieras. Además, sabes que puedes contar conmigo y con mi apoyo. Te amo con todo mi alma, Adolf, tenlo muy presente. Y ahora acércate, cariño, y dale un gran abrazo a tu padre. Tres días más tarde... Adolf: ¡Qué buena está la tarta, Mamá! Es un gran regalo. Muchas gracias. Mamá: Gracias a ti, Adolf, por inspirarme. ¿Me dejas que diga unas palabras? Hoy es un día importante: cumples diez años. ¡Nada más y nada menos! Adolf: Claro que sí, mamá. Di lo que quieras. Mamá: Pues quería darte las gracias a ti, querido hijo mío, por haber llegado a nuestras vidas. Eres un maravilloso regalo de Dios, y el fruto del amor que nos tenemos tu padre y yo. Quiero que sepas que

Adolescencia

Un día de estos, entrada ya la primavera, y al amparo de un cálido ocaso, tendréis un encuentro furtivo. A solas, tú y ella, deslizarás tu mano derecha por su espalda, bajo su blusa. Mientras, tu mano izquierda, delicadamente, se posará en su cintura, al tiempo que tus labios callarán su voz temblorosa.  Ella dará un leve respingo cuando tus dedos la escalen, pero luego se te entregará dócilmente al sentir a los otros bucear en su cuerpo.  Los botones se despedirán de los ojales para que su piel escondida vea la luz, y tu boca abrigará su cuello cuando la tela que antes lo cubría alfombre el suelo.  Calmarás tu sed con su piel desnuda, y desde cada beso mil mariposas agitarán sus alas en tu estómago.  Luego, en mitad de la noche, se acurrucará en tu regazo. Momento en que la tomarás de su mano... sin pensar, ni por un instante, en el cercano e incierto amanecer.