Una villa al sur de Francia, noviembre del año 1210. El tañido de las campanas de la iglesia indica que es mediodía: la hora señalada para ejecutar sentencia. Así pues, otra mujer acusada de practicar las oscuras artes de la brujería es quemada en la pira por la Santa Inquisición. A todo esto, la muchedumbre, arremolinada en la plaza principal del municipio, en presencia de las correspondientes autoridades eclesiales, y con el ánimo visiblemente enardecido, vocifera improperios contra la rea, mientras ésta se consume lentamente víctima de las llamas:
¡Hija de Satanás!¡Prepárate porque ahora luego arderás en el infierno! ¡Arrepiéntete, pecadora! ¡Bruja! ¡Arde, maldita!
Costa oriental de España, enero de 1988. Una joven pareja pasa sus vacaciones de verano en la playa con su hija, que apenas cuenta seis años de edad. Termina una larga jornada y ambos se encuentran conversando en la cama.
Leo: Estoy preocupado por Celeste…
Paula: Es por lo de la hoguera, ¿verdad?
L: Sí.
P: No comprendo qué le pasa; y como ella tampoco sabe explicarlo…
L: Es que no le da miedo el fuego de la encimera ni el de un mechero, pero cada vez que hacemos una hoguera en la playa se pone a llorar como una desesperada. Parece que esté aterrorizada.
P: ¿Te acuerdas del año pasado, cuando fuimos a las Fallas de Valencia, la noche que las quemaban? ¿Recuerdas su reacción cuando comenzaron a quemar la falla de mi antiguo barrio, cuando vio arder aquel "ninot" de una mujer?
L: Sí, es verdad, lo recuerdo perfectamente. Era increíble cómo gritaba. Lo recuerdo y se me pone la carne de gallina.
P: ¿No es extraño, Leo?
L: Sí, lo es; casi tan extraño como sus ataques de pánico cuando escucha las campanas de una iglesia.
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