Kah: Hola, chiquitina.
Natalia: ¡Uy!, hola. ¿Quién eres? ¿Nunca había visto a nadie como tú? ¿Por qué tu piel es de color verde? ¿Y por qué no tienes pelo? ¿Y por qué eres tan alto?
K: Es que no soy de por aquí.
N: ¿Y de dónde eres?
K: Pues de un lugar muy lejano.
N: ¿Y cómo te llamas?
K: Me llamo Kah. Y tú te llamas Natalia, ¿verdad?
N: ¡Uy! ¿Y cómo lo sabes! ¡Si yo no te he dicho mi nombre!
K: Porque lo leo en tu mente, cariño.
N: Jo, ¡qué guay! ¿Y también sabes hacer castillos de arena?
K: Nunca he hecho ninguno. Pero parece muy fácil.
N: Bueno, no creas que es tan fácil, Kah. Cuando son muy altos, al final, siempre terminan rompiéndose.
K: Imagino...
N: Oye, Kah, ¿y por qué tampoco tienes nariz? ¿Por dónde respiras?
K: Respiro por estos agujeritos que tengo detrás de las orejas. ¿Los ves?
N: Ah, vaya, ¡qué raros son! Oye, ¿y estás solo?
K: No, he venido con mis hermanos. Pero ahora estoy dando un paseo a solas. Es que nunca antes había estado aquí. El resto de mi familia llegará dentro de un momento. ¿Tú estás sola, Natalia?
N: No, mis padres y mi hermano están dentro de la casa, haciendo la siesta. Yo he venido a jugar un ratito a la playa. ¿Y tú qué haces por aquí? ¿Estás de vacaciones?
K: No exactamente. He venido a trabajar durante una temporada. En realidad, toda mi familia ha venido aquí para trabajar.
N: ¿Y en qué vais a trabajar, Kah?
K: Nuestro trabajo consistirá en ayudaros, encanto.
N: ¿Ayudarnos... a qué?
K: A curar vuestro mundo.
N: ¿Entonces sois médicos, como mi papá?
K: Bueno... algo parecido.
N: (Mirando hacia arriba) ¡Uy!, mira, Kah, parece que el cielo se ha nublado de repente. ¡Casi no se ve el Sol!
K: Eso no son nubes, Natalia. Es el resto de mi familia, que ya ha llegado.
Una vez, vi ...
ResponderEliminarEn el preciso instante en el que miraba al cielo preguntando cual seria la respuesta, aparecieron.
Fue una estela de luces que surcaron el cielo. Volaban en forma de V, como los pájaros cuando emigran.
Mas allá de qué eran, o de donde venían, lo único importante fue el mensaje de amor y confianza que resonó en cada célula de mi cuerpo y llenó cada rincón de mi mente. No sé si fue una voz, una caricia, o un pensamiento...tampoco el tiempo que duró. Pero al cabo de un rato, me descubrí llorando de alegría y llena de paz.
Ahora me doy cuenta de la suerte que tuve...¡Vaya regalo recibí! La verdad es que ya no miro tanto el cielo como en esa época, pero el mensaje sigue ahí, intacto. Y con este bello texto, me lo has recordado.
GRACIAS
Gracias a ti por leerme.
ResponderEliminarYo he soñado tantas veces con ese momento...