Paula: ¿Sabes, Lorena?, me estoy enamorando de Héctor.
Lorena: Ah, ¿sí? Vaya, vaya...
Paula: Sí, me encuentro en un punto en el que estoy dejando de verlo como a un amigo. Ahora me apetece tocarlo, que me acaricie, que me bese, cogerlo de la mano cuando caminamos juntos por la calle, abrazarlo con fuerza...
Lorena: Eso suena estupendo. Tiene buena pinta...
Paula: Lo siento como una persona muy especial, diferente a todos los hombres que he conocido anteriormente, y me encantaría vivir una historia de amor junto a él. Una clase de amor con mayúsculas, un amor incondicional.
Lorena: ¿Amor incondicional?
Paula: Sí, me gustaría vivir a su lado un amor sin límites. Sentir lo que es amar a alguien por encima de las circunstancias, de las adversidades... Amar a pesar de todo y para siempre. Incluso ser capaz de amar más allá de la propia vida.
Lorena: ¿Y tú crees, siendo realista, que eso es posible?
Paula: Pues daría lo que fuera por saberlo, por experimentarlo; y, si puede ser, antes de cumplir los treinta.
Siete meses más tarde...
Paula: Héctor, cariño, quiero decirte una cosa muy importante; muy, muy importante.
Héctor: Dime, preciosa.
Paula: ¡Estoy embarazada!
Siete años más tarde...
Alba: Tengo miedo, mamá. Me duele mucho la tripa. ¿Me voy a morir?
Paula: No, mi amor. Ya verás como se te pasa muy pronto el dolor con lo que acabas de tomarte.
Alba: ¿Me perdonas por haberme comido la tableta de chocolate entera?
Paula: Claro que sí.
Alba: No lo volveré a hacer.
Paula: Estoy segura de eso.
Alba: Te quiero mucho, mami.
Paula: Yo también te amo, cariño. Más que a cualquier otra cosa en este mundo. Más que a mi propia vida...
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