Luis: Verá usted, mi hijo ha sido un niño que nunca se ha sentido atraído por los dulces. No sé por qué, pero así era. Sin embargo, desde que falleció mi esposa, hace cosa de un año, el crío ha desarrollado una auténtica obsesión por el dulce. Lo toma a diario, y a veces de forma compulsiva: pastelitos, chuches, chocolate... No le hace ascos a ninguno. Y el caso es que, como soy consciente de los perjuicios que pueden ocasionar a la salud, estoy empezando a preocuparme. Por eso, he acudido a usted.
Terapeuta: Luis, ¿cómo describiría a su esposa?
Luis: Era una mujer maravillosa, ¿sabe? Tan llena de ternura... y siempre dando cariño a todo el mundo. Sobre todo, a mi hijo. El crío la adoraba, ¿sabe?
Terapeuta: Y usted, ¿es dulce con el chaval?
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