Cada vez con más frecuencia, suceden cosas hermosas en mi vida. Me refiero a momentos o situaciones en los que me siento especialmente contento, pleno y en paz. Y doy por sentado que esas cosas vienen a mí por una serie de motivos, aunque prefiero disfrutarlas conforme me llegan, sin preguntarme su razón de ser. Al fin y al cabo, están ahí. ¿Qué más me da de dónde vengan? Simplemente, son cosas hermosas. Pues a disfrutarlas.
Otras veces han llegado cosas a mi vida que me han hecho sufrir, que me han causado rabia, tristeza o indignación. Entonces sí que me paro a pensar: por qué están ahí, qué hay dentro de mí que las ha atraído, cuál es mi papel en todo ello... Es mi forma de encontrar la clave, la causa o el origen de esas cosas que me disgustan y que se han colado en mi vida. Y es que una reflexión, con mirada introspectiva incluida, viene fenomenal para comprender que en la vida todo tiene un porqué, y que nosotros tenemos una responsabilidad máxima dentro de ese porqué.
Con todo, me doy cuenta de que no siempre hace falta comprender el porqué de esas cosas desagradables para poder superarlas. No es imprescindible. Habida cuenta de que existe un camino más sencillo, un atajo corto y eficaz, que no suele fallar: la posibilidad de dar lo mejor de mí en esa situación. O dicho de otro modo: echar mano del amor.
En cualquiera de sus formas...
Otras veces han llegado cosas a mi vida que me han hecho sufrir, que me han causado rabia, tristeza o indignación. Entonces sí que me paro a pensar: por qué están ahí, qué hay dentro de mí que las ha atraído, cuál es mi papel en todo ello... Es mi forma de encontrar la clave, la causa o el origen de esas cosas que me disgustan y que se han colado en mi vida. Y es que una reflexión, con mirada introspectiva incluida, viene fenomenal para comprender que en la vida todo tiene un porqué, y que nosotros tenemos una responsabilidad máxima dentro de ese porqué.
Con todo, me doy cuenta de que no siempre hace falta comprender el porqué de esas cosas desagradables para poder superarlas. No es imprescindible. Habida cuenta de que existe un camino más sencillo, un atajo corto y eficaz, que no suele fallar: la posibilidad de dar lo mejor de mí en esa situación. O dicho de otro modo: echar mano del amor.
En cualquiera de sus formas...
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