Dios - Mamá, estoy aburrido. Es que me siento tan pleno y tan lleno de amor que ya no sé qué hacer.
Madre de Dios - ¿Y por qué no creas un gran poema?
D - ¡Vaya! ¡Qué gran idea! No se me había ocurrido.
MdD - Un poema como nunca antes se haya creado, un gran verso que haga honor a tu naturaleza divina, amorosa, luminosa y creativa.
D - Sí, me encanta la idea. Lo voy a hacer. Voy a crear un poema infinito y eterno. Un verso que estará compuesto por cada cosa, por cada ser y por cada acontecimiento que yo manifieste. Voy a crear un verso con palabras que serán galaxias, estrellas, planetas, planetas con seres vivientes, incluso planetas con seres inteligentes. Y les daré todos los eones del tiempo del mundo para existir, aprender, crecer, gozar y ser felices.
Y he que un buen día, en uno de esos planetas, uno de color brillante y azulado, de entre todos los seres inteligentes y conscientes que lo habitaban, uno de ellos en particular, poeta de profesión, se dio cuenta de que todas las cosas, los seres vivientes, y cada acontecimiento manifestado, formaban parte de un entramado cósmico lleno de significado, y que algo que podría ser un dios se comunicaba a menudo con los seres conscientes a través de un código simbólico-metafórico subyacente en todas esas cosas, los seres vivientes y cada acontecimiento manifestado.
Efectivamente, nuestro poeta humano se dio cuenta de que Dios también era un poeta como él. Pero en vez de escribir su gran verso con palabras lo creaba con todas las cosas, todos los seres y todos los acontecimientos manifestados. Así pues, todo lo que el pequeño poeta humano podía ver, tocar, oler, sentir y percibir, todo, absolutamente todo, formaba parte del Gran Verso del Gran Poeta.
Sí, el Gran Poeta se comunicaba con el pequeño poeta humano mediante un lenguaje que se podía descodificar. Un lenguaje complejo que provenía de la Gran Mente Cósmica, y, al mismo tiempo, de las profundidades de la pequeña mente de nuestro poeta humano.
Por ejemplo: si El Gran Poeta quería decirle a nuestro pequeño poeta algo como "Vamos, expresa tu ira", entonces en el cuerpo del pequeño poeta surgía una fiebre. O si el pequeño poeta acababa de tomar una decisión movido por el miedo, el Gran Poeta le decía a través de un tropiezo al caminar algo como "Creo que estás teniendo un tropiezo en tu camino. Ten cuidado".
Sin embargo, otras veces el Gran Poeta podía comunicarse con el pequeño poeta, incluso, por boca de otro ser humano, hablando en la lengua materna del pequeño poeta, y de una forma totalmente clara, concisa e inteligible, que no requería de ninguna descodificación. Por ejemplo, diciéndole un ser humano a nuestro pequeño poeta: "Tú eres capaz de crear los versos más hermosos. Ten fe en ti".
Y otras veces, esporádicamente, el Gran Poeta se comunicaba con nuestro pequeño poeta a través de personas, que, sin ni siquiera hablar, con su sola presencia, podían provocar en nuestro pequeño y amado poeta una suerte de intensa, ardiente y palpitante emoción que no era sino la respuesta a ese mensaje divino ("Estoy llena de belleza") encarnado en una piel de seda, en un perfume de flores y en una sonrisa deliciosamente femenina y sensual.
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