Iria de mi corazón, hija mía:
El otro día, me dijiste que a la mamá de una compañera de tu clase la había asesinado su marido y que tu profesora dijo que ese hombre la había matado por ser mujer. Pero déjame que te diga una cosa, cariño: ningún hombre mata a una mujer por ser mujer. Los hombres que matan a las mujeres lo hacen porque cuando eran niños, como tú, no recibieron suficiente amor de sus papás. De hecho, algunos fueron humillados, o abandonados, traicionados o rechazados. Sintieron un gran dolor o un gran sufrimiento, a veces en silencio, y nunca se ocuparon de curar esas heridas. Entonces, al hacerse mayores, el odio creció en sus corazones, como nuestra hiedra crece en el muro de nuestro jardín, desplazando al amor. Y cuando un ser humano odia, sea hombre o mujer, fácilmente puede hacer daño a otro ser humano. Un daño tan grande que, a veces, es capaz de matar.
Aunque tú eres una niña pequeña (por fuera, pero muy grande por dentro), tienes un carácter muy optimista, y me doy cuenta de que siempre tratas de ver la parte positiva de cada situación, así que yo te invito, mi amor, a que pongas tu atención en todos los hombres que aman a las mujeres, que son miles y miles, millones, en todo el mundo; y cada día más. Porque cuanto más pongas tu mirada y tu atención en esos hombres, tanto más los acercarás a tu vida. Es la Ley de Atracción. Ni más ni menos.
Iria, miremos con amor y con respeto a esos hombres que, sin conocernos de nada, con sólo descolgar el teléfono de emergencias, nos defenderían y darían su vida por nosotros. Reconozcámoslos. Honrémosles. Démosles un espacio en nuestro pensamiento, y en nuestros corazones. Un lugar en nosotros donde puedan habitar. Fijémonos en esos hombres fuertes y valientes que bajan a las minas para sacar de las entrañas de la tierra esos recursos que tanto necesitan nuestras ciudades, o en esos otros que luchan contra el fuego apagando incendios en los bosques, en los que cavan zanjas en las calles para arreglar las tuberías que se rompen, en los que cargan los camiones con la basura que ya nadie quiere, o en los que rescatan y salvan a personas cuando hay terremotos, inundaciones o huracanes.
Sí, mi vida, puedes estar segura: cuando vayas al parque te encontrarás a hombres paseando sonrientes de la mano con sus hijitas. Cuando vayas a la playa verás a hombres que juegan con ellas en la orilla del mar. Hombres que disfrutan peinándolas, que les preparan la cena, que ven películas con ellas, que les cuentan cuentos por la noche, o que les cuidan sin descanso cuando se ponen malitas; exactamente igual que yo lo hago contigo.
Preciosa, siembra las semillas del amor en tu corazón, y conforme te vayas haciendo mayor verás como cada vez te encontrarás con más y más hombres dulces, amorosos y conscientes. Tantos, como semillas hayas plantado. Hombres bondadosos que te respetarán, que te reconocerán, que te valorarán, que honrarán tu sagrada feminidad. Hombres honestos que te escucharán, hombres sinceros que serán amables y considerados contigo. Hombres que llegarán a ti para sumar, no para restar. Créelo, cariño; y así será.
Y por supuesto que voy a escribirte un poema, tal como me has pedido.
Cuando encuentre esas palabras,
seguramente aún no inventadas,
para describir,
tal cual es,
tu indescriptible hermosura.
Carlos
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