Juan: Cariño, ¿qué hace la licuadora junto al cubo de la basura?
Pilar: Es para tirarla.
Juan: ¡¿Para tirarla?! ¡No fastidies! ¡Pero si nos la regaló tu tía Federica, la ricachona, y le costó una fortuna!
Pilar: Me da igual. No funciona bien. Es mejor tirarla y comprar otra.
Juan: A ver, Pilar, esta licuadora está hecha por encargo en la mejor fábrica de Alemania. No hay otra igual en el mundo. Es una pieza única e irrepetible, una obra maestra de la ingeniería.
Pilar: Es verdad que al principio iba de maravilla, como la seda, y hacía unos zumos deliciosos, impresionantes, pero en los últimos meses ha ido de mal en peor. Ahora saca poco zumo, a veces la fruta se atasca en la cuchilla y el motor se recalienta... Un desastre.
Juan: Seguro que se puede arreglar, cariño. Voy a hacer unas averiguaciones...
Una semana más tarde...
Juan: Mira, Pilar, envié un correo a la fábrica de la licuadora y me han dicho que la cuchilla que lleva tiene un defecto de fabricación que podría dar problemas.
Pilar: Ah, ¿sí?
Juan: Sí, nos van a enviar otra sin ese defecto. Así que cuando se la coloquemos, previsiblemente, la licuadora funcionará todavía mejor que antes.
Pilar: ¡Vaya, qué ilusión me hace! La daba ya por perdida... Oye, ¿y tenemos que pagar algo por esa cuchilla? Lo digo porque ya hace seis años que nos la regaló mi tía.
Juan: Estos aparatos de alta calidad tienen garantía de por vida...
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