Entrevistador: ...señor Andersen, hace un par de meses el presidente de la nación agradeció públicamente, en la cámara de representantes, su inestimable ayuda para resolver el largo conflicto de nuestro país con la República de Rinania. ¿Cómo se sintió en ese momento?
Andersen: Satisfecho y muy agradecido. Para mí, fue un gran honor haber contribuido a la paz entre ambos países.
Entrevistador: Ahora, todos los ciudadanos sabemos que usted estuvo al frente de la delegación diplomática que llevó a cabo las negociaciones con el gobierno de Rinania. Unas negociaciones que evitaron la que podría haber sido una guerra muy sangrienta.
Andersen: Efectivamente, así fue. Con el trabajo y el esfuerzo de muchas personas, conseguimos alejarnos de esa posibilidad.
Entrevistador: En todo este asunto, hay una cosa que, como periodista, me llama poderosamente la atención, y que me gustaría que aclarase a nuestra audiencia.
Andersen: Le escucho.
Entrevistador: Me refiero al hecho de que usted no forma parte del gobierno. Ni ha estudiado la carrera diplomática. No es miembro del cuerpo diplomático de este país. Tampoco tiene estudios de psicología, pedagogía, ni de ninguna clase. Ni siquiera ha ido a la escuela secundaria.
Andersen: Así es. Su información es correcta.
Entrevistador: Por lo que se sabe, usted regenta un negocio de bicicletas; y en sus ratos libres organiza cursos muy exitosos de crecimiento personal y de comunicación. Pero, así y todo, ¿me quiere decir que en el cuerpo diplomático de este país, o en el propio ejecutivo, no había alguien más cualificado que usted para llevar a cabo esas negociaciones?
Andersen: Se da la circunstancia de que hace un par de años un representante del gobierno acudió, a título personal, a uno de mis cursos. Y, por lo que me comentó en aquel entonces, quedó muy complacido. Más aún, cuando puso en práctica las estrategias que había aprendido y comprobó después que funcionaban perfectamente en sus relaciones familiares y laborales, mejorándolas sustancialmente. Meses más tarde, recibí una llamada de este funcionario en la que me requirió para una entrevista de alto nivel. Y ahí comenzó el proceso de preparación de las negociaciones bilaterales entre nuestro gobierno y el de Rinania.
Entrevistador: ¿Y cómo es posible que una persona como usted, sin tan siquiera estudios de bachillerato, haya llegado tan lejos? Tan lejos, me refiero, hasta convertirse, con toda probabilidad, en el mayor experto en diplomacia de este país.
Andersen: Pues verá, ahora tengo cincuenta y nueve años, y a lo largo de mi vida he experimentado conflictos en muchas de mis relaciones con los demás. Ni se imagina usted la cantidad de veces que me he equivocado estrepitosamente, que he estropeado las cosas al tratar con las personas de mi entorno. Me he dejado a mucha gente en el camino por orgullo, por miedo y por ignorancia, por creerme siempre en posesión de la verdad, por cerrar mi mente al cambio, por no ser capaz de cuestionarme a mí mismo. He metido la pata, hasta el fondo, en muchas de mis relaciones de pareja, en mis relaciones familiares y en las laborales. Y todo por no saber escuchar, por no saber dialogar, por no tener suficiente paciencia ni tolerancia con los demás. Asimismo, he sufrido agrios enfrentamientos con algunos de mis seres más queridos. Así que conozco bien cómo se siente la derrota, la frustración y la amargura.
Entrevistador: Pero esa historia suya, en mi humilde opinión, y con el debido respeto, señor Andersen, podría ser la de cualquiera. Sin embargo, no todo el mundo con una historia así llega a ser un experto internacional en diplomacia. Tiene que haber algo en usted que haya marcado la diferencia.
Andersen: A decir verdad, amigo mío, he aprendido muchísimo de todo lo que he vivido en cada situación conflictiva por la que he atravesado. A lo que se le suma que ninguno de los dolorosos fracasos que he experimentado a lo largo de mi vida ha doblegado, jamás, mi espíritu de superación personal.
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