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De ilusión también se vive



Cuando la ilusión llega a mí y me embarga, no me paro a pensar si es factible materializarla o no. No pierdo mi valioso tiempo elucubrando estas posibilidades. Simplemente, dejo que la ilusión se apodere de mí. Dejo que me motive. Me permito sentirla recorriéndome las venas, palpitando en mi corazón, expandiéndose en mis entrañas. La saboreo. La disfruto. Nos hacemos amigos. La amo.

Al mirar a mi alrededor y descubrir la belleza, la grandiosidad y la trascendencia de algunos logros humanos, veo detrás de ellos a mujeres y hombres llenos de ilusión. Esa clase de ilusión que surge contra todo pronóstico. Esa ilusión que rompe moldes establecidos. Esa ilusión descarada e irreverente que no se deja amedrentar por la influencia de terceros. Esa ilusión que no conoce límites ni fronteras. La que nos hace sentir vivos. Intensamente vivos. 

Desde luego, si un día fuimos capaces de concebir artefactos para adentrarnos en las profundidades marinas, si hemos conseguido construir máquinas voladoras para llevarnos de un sitio a otro, si hemos explorado los lugares más inhóspitos de la Tierra y hemos sobrevivido a sus desafíos, si hemos conquistado las utopías más irrealizables y los imposibles más absolutos, no lo dudo ni por un instante, ha sido porque la ilusión nos ha insuflado el aliento, la fuerza, la fe y el coraje.

Si yo siento lo que me ilusiona, me pongo a trabajar para alcanzar mi sueño. Jamás pienso en el fracaso. Al contrario: visualizo el éxito. Me sumerjo en él de antemano. Vivo la alegría. Y luego ya veremos lo que ocurre. Si las cosas no salen como yo deseaba, me recolocaré en otro punto para llegar a mi meta de otra manera. O quizá, en ese acto de recolocarme, conecte con otra realidad que me seduzca aún más que la primera, y camine entonces hacia ella. Con lo cual, el fracaso no entrará a formar parte de mi universo de posibilidades.

Sé, soy consciente, de que los sueños están hechos de una materia llamada ilusión. Y no importa si tu sueño es alcanzar la cima de una montaña, inventar un vehículo que no contamine, aprobar los exámenes de junio, preparar un guacamole exquisito, reconciliarte con tu madre y abrazarla con cariño, tener un hijo, encontrarte con una compañera del alma o votar a unas opciones políticas que permitan acabar con la tiranía en tu país. Todo eso será posible si tú lo crees. Y si dejas que tus sueños conquisten tu corazón. A fin de cuentas, de ilusión también se vive.

Doy fe de ello.

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