Juez: Póngase en pie el acusado. (Pausa). En presencia de las pruebas inculpatorias, ya sean las documentales y las grafológicas, además de los testimonios que han sido presentados contra usted por la acusación particular y por el fiscal del distrito, ¿tiene usted algo que alegar?
Don Alphonse: Con la venia. Todos esos documentos son falsos, señoría. Son pura basura, calumnias. Es una vergüenza. Una invención falaz para desacreditarme a mí, a mi organización y a todas las personas que trabajan a mi lado. Esto es escandaloso e indignante, y le aseguro que voy a emprender todas las acciones legales que sean pertinentes para lavar mi nombre y mi honra.
J.: ¿Entonces niega usted todas estas pruebas?
D. A.: Mire, señoría, yo soy un ciudadano honrado, y mi organización, que algunos desalmados tratan de desprestigiar no es sino una organización completamente transparente que opera dentro de la legalidad, que contribuye al bienestar de las personas, dando trabajo a cientos de familias y ayudando a que este país salga de la crisis que a todos nos azota. Yo soy una persona de bien y honrada. Nadie me ha regalado nada. Todo lo que tengo lo he conseguido con mi esfuerzo y con mi sacrificio. La gente de bien me apoya y está conmigo. Por eso, no entiendo esta persecución contra mí. No soy más que una pobre víctima de un sistema corrupto, cosa que me duele en el alma, porque yo soy un patriota y…
J.: (Interrumpiéndole) ¿Se define a sí mismo como un ciudadano honrado? ¿He entendido bien?
D. A.: También podría denominarme como un benefactor de la Humanidad, si usted lo prefiere.
Unos días más tarde…
Secretario: Jefe, ¿puede echar un vistazo a estos documentos?
Don Alphonse: ¿De qué se trata?
S.: Es sobre el bloque de apartamentos que le comenté. Allí se alojan un grupo de familias, algunas de las cuales llevan varios meses sin pagarnos el alquiler. Dicen que no tienen trabajo ni dinero y que no pueden saldar su deuda con usted.
D. A.: Llama a los muchachos y que los echen, sin contemplaciones. Conmigo no se juega. Esto no es la casa de la caridad.
S.: En algunas de esas familias hay niños pequeños, jefe.
D. A.: No me importa. Que les zurzan.
S.: ¿Y qué vamos a hacer con el alcalde? Se niega a aceptar nuestro soborno, y si nos pone las cosas difíciles no podremos colocar la mercancía en la calle. Necesitamos su ayuda para que la policía coopere con nosotros.
D. A.: Quiero que le deis un buen susto a uno de sus hijos, y luego le enviáis una nota al alcalde diciéndole que si no cede a nuestro requerimiento lo que le daremos a su hijo pequeño la próxima vez no será un susto. Jack se encargará de todo.
S.: Muy bien, como usted diga, jefe. Y, por cierto, mañana es el día del juicio. El juez dictará sentencia.
D. A.: Todo está controlado, Joe, no te preocupes. Por mi parte, pienso seguir negando todas las acusaciones y mostrando mi indignación. Y, por lo demás, el juez ya sabe lo que tiene que hacer… Es un buen esposo y padre de familia que ama a sus hijos. Tú ya me entiendes… ¡Jajaja!
S.: ¡Jajaja! Qué grande es usted, jefe.
D. A.: En fin, ya lo sabes, Joe: esta ciudad es mía, y mientras todos me teman no tengo de qué preocuparme. Yo, Alphonse Gabriel Capone, soy el que manda. Y no se hable más.
Comentarios
Publicar un comentario