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Mostrando entradas de agosto, 2012

Diario de una medusa

Día. Agua. Calor. Tiempo. Impulso. Arriba. Abajo. Ingiero (zooplancton). Corriente. Floto. Impulso. Arriba. Superficie. Ingiero (krill). Abajo. Abajo. Propulsión. Arriba. Impulso. Arriba. Tiempo. Agua. Frío. Contacto. Enemigo. Defensa. Tentáculo. Humano. Exterior. Orilla. Arena. Calor. Tiempo. Calor. Tiempo. Calor. Tiempo. Muero... (Foto por Carlos L. V.).

Afectividad y corporeidad públicas

Durante todos estos días que llevo en la playa (nueve, a fecha de hoy), he tenido ocasiones múltiples, y a diario, para observar detenidamente a la gente. Es algo con lo que disfruto mucho. Me resulta de lo más estimulante. En algunos momentos, durante la práctica de este ejercicio, he llegado a preguntarme si yo era un bicho raro o los raros eran los demás. Bueno, en realidad, la cuestión de fondo era algo así como qué es lo natural y qué no lo es. Por ejemplo: si yo tuviera pareja me encantaría caminar con ella cogidos de la mano. Especialmente, en un lugar como la orilla del mar, en el que me parece que las palabras prisa o estrés no tienen cabida. Sin embargo, de las parejas que transitan arriba y abajo por la orilla del mar, que son un buen puñado, son contadísimas las que lo hacen cogidas de la mano. Insisto: contadísimas. Otras tantas parejas se sientan en sus sillas o se tumban en la arena encima de las toallas, y me resulta extraño, hasta el punto de llamarme l

Conversación con un socorrista

Esta mañana ondeaba la bandera roja en la playa. Señal de peligro. Y no sin razón, ya que soplaba un intenso viento de componente noreste que provocaba fuertes corrientes y grandes olas. Los vigilantes recorrían sin parar de norte a sur la playa, prismáticos en mano, tratando de disuadir del baño con su presencia a algún espontáneo, y buscando alguna anomalía en un horizonte, que era de todo menos rectilíneo. Así que, dadas las circunstancias, no era un día apropiado para chapotear en el agua. Así y todo, yo he plantado mi silla en la arena para disfrutar de la mañana, quedándome a escasos cinco metros una niña que jugaba a hacer castillos con su padre.  Al cabo de una hora, habiendo mejorado ligeramente las condiciones, uno de los socorristas se ha detenido frente a mí para darse una tregua. Y en esto que me he acercado a él para charlar un rato. Carlos: Cómo está el mar, ¿eh? Socorrista: Pues sí... Yo anoche vi el telediario y pensaba que iba a hacer un día so

Sensualidad

Ayer por la tarde llegué a la playa pasadas las seis. Soplaba un viento del sur muy cálido y seco, hasta decir basta. Incluso el agua del mar, que acostumbra a refrescar en los tórridos días de poniente, parecía una hirviente sopa invernal. Llegué a la playa, como digo, y planté la silla orientada hacia el mar para disfrutar de las mejores vistas, cuando, en un momento dado, reparé en  una mujer sentada en su silla a unos quince metros de mí y a la izquierda. Contaría una cincuentena, muy bien llevada, eso sí, la señora. No era especialmente guapa de cara, pero daba gusto mirarla. Tampoco poseía un cuerpo portentoso, aunque su piel era lisa, prieta, brillante... e invitaba a ser acariciada. Os decía antes que había colocado mi silla orientada al mar con la intención de disfrutar de las mejores vistas, y, a ser posible, de las más estimulantes. Sin embargo, la coyuntura playera me sorprendió nuevamente con algo que captó todavía más mi atención. Todo era normal y c

Un tío muy legal

La persona que veis en la foto (tomándose un merecido descanso) se llama Mohammed. Es un vendedor ambulante que transita diariamente por la playa donde veraneo. No es el único de su gremio, qué va. Hay otros muchos, como él, que deambulan arriba y abajo, caminando por la orilla al azote de un Sol sofocante, horas y horas, en una búsqueda afanosa de compradores para sus mercancías. La mayoría de ellos venden ropa, sobre todo, para mujeres. Y en esta época de crisis omnipresente, a la mayoría de sus compañeros les cuesta Dios y ayuda colocar el género, pues los veraneantes, en general, se muestran reacios a comprar. Seguramente, porque prefieren destinar el presupuesto vacacional a otros menesteres prioritarios.  Sin embargo, el caso de Mohammed constituye una excepción flagrante a la regla general. Lo digo porque este amable caballero (pues lo es, a ciencia cierta; doy fe de ello) pasa por ser un hombre que derrocha simpatía. Es más, siempre aborda a sus potenciales compradores

Vaalbará

Pangea fue un supercontinente que se originó hace 300 millones de años y que al fragmentarse (unos 100 millones de años más tarde) dio lugar a Gondwana y Laurasia , los dos protocontinentes precursores de los que existen hoy en día. Sin embargo, a lo largo de la historia de la Tierra han existido otros supercontinentes antes de Pangea ( Pannotia, Rodinia, Columbia, Atlántica, Nena, Kenorland, Ur ...), los cuales fueron fragmentándose y recomponiéndose en un dilatado ciclo de miles de millones de años. El primero de esos supercontinentes se denominó Vaalbará . Vaalbará es un vocablo hibridado que resulta de fusionar los nombres Kaapval y Pilbara , el de los dos únicos cratones arcaicos que subsisten en la Tierra (los cratones son porciones de masa continental que han permanecido inalteradas -ajenas a movimientos orogénicos- con el paso del tiempo). La Tierra hace 3.600 millones de años. Y el supercontinente Vaalbará conformado en medio del superocéano Panthalassa