Ir al contenido principal

Hermanos



Vía Láctea: Disfruto sintiéndome llena de mundos, de estrellas y planetas, desde los que habitan mi núcleo hasta los que se desperdigan solitariamente por los extremos de mis brazos. Nunca los he contado todos, pero son tan hermosos.

Saturno: Pues a mí me gusta girar y dar vueltas. Observar las rocas que conforman mis anillos, moviéndose lentamente, y brillando con la luz del Sol. 

Sol: Dar luz y calor, ese es el sentido de mi vida. Lo que me hace más feliz. Lo que me da plenitud.

Tierra: Y por ello te doy las gracias, Sol, por inundarme con tu amor, y por engendrar la vida en mis entrañas.

América: Yo me siento afortunada por ser un continente y albergar en la vastedad de mi seno ríos, lagos, desiertos y montañas.

Canadá: Te comprendo, América. Yo también me siento afortunada por formar parte de ti, y por esas praderas cubiertas de nieve que me abrigan en invierno, o por los bosques de abetos que perfuman delicadamente mi territorio.

Yukón: Pues yo, si volviera a nacer, elegiría ser nuevamente un río. Porque amo esa fluidez cristalina con la que discurre mi vida, la frescura de mis aguas salvajes, la miríada de peces que recorren mi itinerario, fundirme con el mar...

Lobo: Cuando dices lo de tus aguas salvajes, Yukón, algo se me remueve por dentro. Porque eso es lo que soy, esencialmente: un ser salvaje, que ama la libertad, que ama recorrer la oscuridad de los bosques con mi manada, aullar a coro en las noches de Luna llena, sentir la yerba fresca bajo mis patas...

Humano: Cuando os miro, me doy cuenta de que la belleza está en todas partes. Y que tengo mucha suerte de poder contemplarla con mis ojos. Porque me hace sentir profunda e intensamente vivo.

Universo: Todos vosotros tenéis tanto en común...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Catalina y Miguel: una historia de amor.

Valencia, 15 marzo de 2014. Torre de Santa Catalina: Miguel, ¿cuánto tiempo hace que nos conocemos? Torre de El Miguelete: Poco más de trescientos años, Catalina. Catalina: Aún me acuerdo de cuando nací, a principios del siglo XVIII. ¿Te acuerdas tú? Miguel: Por supuesto que me acuerdo. Llevaba mucho tiempo solo, aquí, en medio de la ciudad, y entonces, poco a poco, fuiste apareciendo tú. No imaginas cuánto me alegré de tu llegada. "Por fin una torre como yo, cerca de mí", pensé. Catalina: Cuánto ha cambiado Valencia, ¿eh?, a lo largo de todos estos siglos... Se ha convertido en una metrópoli muy grande, enorme, y bulliciosa, incluso los seres humanos han construido máquinas voladoras que surcan sus cielos. Es increíble, ¿verdad?, de lo que son capaces las personas... Miguel: Yo llevo mucho más tiempo que tú en la urbe. Antes, incluso, de que los hombres de estos reinos llegaran a las Américas. Tú aún no habías nacido. Aquellos pasaban por ser tiempos

Vaalbará

Pangea fue un supercontinente que se originó hace 300 millones de años y que al fragmentarse (unos 100 millones de años más tarde) dio lugar a Gondwana y Laurasia , los dos protocontinentes precursores de los que existen hoy en día. Sin embargo, a lo largo de la historia de la Tierra han existido otros supercontinentes antes de Pangea ( Pannotia, Rodinia, Columbia, Atlántica, Nena, Kenorland, Ur ...), los cuales fueron fragmentándose y recomponiéndose en un dilatado ciclo de miles de millones de años. El primero de esos supercontinentes se denominó Vaalbará . Vaalbará es un vocablo hibridado que resulta de fusionar los nombres Kaapval y Pilbara , el de los dos únicos cratones arcaicos que subsisten en la Tierra (los cratones son porciones de masa continental que han permanecido inalteradas -ajenas a movimientos orogénicos- con el paso del tiempo). La Tierra hace 3.600 millones de años. Y el supercontinente Vaalbará conformado en medio del superocéano Panthalassa

Los indios no eran los malos de la película

Cuando yo era pequeño y veía las películas de indios y vaqueros en la tele, enseguida me identificaba con los vaqueros. No era de extrañar. A fin de cuentas, a los indios se les pintaba, a todas luces, como los malos, como los salvajes, como unos sanguinarios sin piedad. Sin embargo, los vaqueros, al contrario, eran la gente decente. Los colonos que llegaban a la tierra prometida y se sentían plenamente legitimados para conquistarla, para apropiarse de ella, para explotarla y establecerse allí con sus familias. Ese, aparentemente, era un noble propósito: conquistar un trozo de tierra para darle a tu familia, a tus hijos, la oportunidad de tener una vida mejor y más próspera. Y es, como digo, algo humanamente lógico. Porque, ¿quién no desea tener una vida mejor para sí mismo y para los suyos? Claro que, cuando dejé de ser un niño y me hice mayor, y me informé adecuadamente acerca de aquellos acontecimientos históricos, no tardé en comprender que los indios no eran los malos