Ayer tarde, fui al centro para buscar un producto que quería comprar, y, sin darme cuenta, y sin pretenderlo, me vi inmerso en el famoso Black Friday. Ya sabéis: lo último en modas importadas de Estados Unidos. De ésas que aportan tanto de positivo y constructivo al desarrollo del ser humano. Me refiero, concretamente, a ese cacareado día (fin de semana, en realidad) de rebajas generalizadas, y a menudo engañosas, para quien está muy ansioso y no puede esperar a las de enero. Pues eso: que el centro de Valencia estaba inundado de gente. Abarrotado.
Por un momento pensé: qué raro, cuando un gobierno corrupto nos roba sistemáticamente y dilapida nuestro dinero, en vez de destinarlo para vivienda, sanidad, educación o servicios sociales, no veo a tanta gente movilizada en las calles. Curioso... Pero bueno, imagino que salir de compras debe de dar más gusto que hacerlo masivamente para reivindicar que se cumpla lo que se establece en la Constitución Española: los derechos básicos e inalienables de los ciudadanos. Debe de ser eso. Sí, seguramente...
Total, que esta mañana, dando un paseo por la playa, me he puesto a pensar en cómo ha evolucionado, según las encuestas, la intención de voto de los españoles en los últimos meses. Quiero decir, la intención de voto para las próximas elecciones generales de diciembre. En las que elegiremos nuevo gobierno y presidente. Amén.
Pues como os digo, caminaba por la orilla del mar, disfrutando del Sol y de la suave brisa otoñal, y, por una parte, me acordaba de la ingente masa humana comprando compulsivamente en el Black Friday. Y por otra, pensaba en las próximas elecciones generales, en lo que votará la gente. Hechos, que, aparentemente, no guardaban relación alguna.
Sin embargo, no sé bien cómo, en ese preciso instante, paseando, paseando, y pensando en ambos acontecimientos, una imagen bucólica ha asaltado mi cabeza. Una imagen, tal cual, la que se aprecia en esta fotografía.
Vamos, parecidísima.
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