Papá: ¡Hijo mío, por fin doy contigo! ¿Qué tal van tus vacaciones otoñales?
Hijo: Lo siento, papá. Me has pillado un poco ocupado durante estos últimos días. Tenía que terminar mis compromisos de trabajo, pero ahora ya estoy oficialmente de vacaciones.
Papá: Bueno... me quedo más tranquilo. ¿Sabes?, aquí, en Estocolmo ya hace mucho frío. De hecho, esta misma mañana ha nevado. ¿Tú por dónde andas?
Hijo: Pues verás, ya sabes que soy un poco aventurero, así que anteayer, estando en Hamburgo, decidí ir al aeropuerto y coger el primer avión que saliera. Así, al azar. ¿Y a qué no adivinas adónde he ido a parar?
Papá: Pues... no, hijo mío, no tengo ni idea. Dame alguna pista.
Hijo: Es un país cálido, papá. La gente es muy abierta y simpática. Sin embargo, muchos han perdido sus casas y sus ahorros. Las personas suelen trabajar muchas horas por un sueldo miserable. Y por manifestarte en la calle puedes ir a la cárcel. Me da tanta pena...
Papá: ¡Ay, hijo mío... te has ido a un país comunista! Dime, por favor, ¿dónde estás? ¿En Cuba? ¿En Venezuela? No te habrás ido a Irán, ¿no?
Hijo: No, papá, estoy en España.
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