Ainhoa: [...] ¿Y cómo te va en el trabajo?
Lucía: Pues me pagan bastante bien, dentro de lo que cabe, pero mi jefa es insoportable. Es muy controladora y exigente. Me agobia mucho, la verdad.
Ainhoa: Bueno... dentro de un año ya tendrás un nuevo trabajo, así que te librarás de ella, ¿no?
Lucía: Sí, menos mal...
Ainhoa: ¿Y qué tal está tu hija? ¿Sigue viviendo contigo?
Lucía: Precisamente, le he dicho esta misma mañana que como no cambie de actitud, mejor que se vaya a vivir con su padre. Es un desastre, y no colabora nada en casa. Sólo sabe pedir, pedir, pedir... y no da nada a cambio. Es que llevo fatal lo de su adolescencia...
Ainhoa: ¿Y qué dice su padre?
Lucía: No nos hablamos. Estoy muy dolida con él.
Ainhoa: ¿Aún? Pero ya han pasado seis meses desde que os separasteis, ¿no?
Lucía: Nunca le perdonaré lo que me hizo.
Ainhoa: Mujer, pero... ¿tan grave fue? Porque yo creo que él no tuvo mala intención...
Lucía: Mejor será que dejemos ese tema. Es que lo pienso y me pongo enferma...
Dos meses más tarde...
Doctor: ¿Puedes oírme, Lucía? Soy el doctor Arnedo. Tienes una venda en los ojos, así que es normal que no veas nada. ¿Recuerdas algo del accidente?
Lucía: Sí... le oigo, doctor. No... no recuerdo mucho. Sólo que me salí de la carretera...
Doctor: No te preocupes. Es normal. Ahora ya estás a salvo.
Lucía: ¿Me he quedado ciega, doctor?
Doctor: No, preciosa. Simplemente, te hemos operado.
Lucía: ¿Qué me han hecho?
Doctor: Verás... al salirte de la carretera tu coche cayó por un barranco. Tuviste mucha suerte, porque no te rompiste ningún hueso. Sólo tienes algunas magulladuras. Afortunadamente, el cinturón de seguridad y los airbags cumplieron estupendamente con su función. Sin embargo, el paraguas que llevabas en el asiento del copiloto se clavó en tu sien y afectó a las arterias que suministran sangre a tus ojos. Quedaron completamente destrozadas.
Lucía: (Llorando) ¡Me voy a quedar ciega! ¡¿No es eso?!
Doctor: Confiamos en que no, en que podrás ver perfectamente.
Lucía: ¿Y cómo es posible? ¿Qué es lo que me han hecho?
Doctor: Hemos creado una arteria en el laboratorio, a partir de un cultivo de tus propias células. Por un extremo, la hemos enganchado a la aorta, la arteria que sale del corazón, y por el otro la hemos unido a las arteriolas que irrigan de sangre tus ojos. Una especie de "by-pass". Así que ahora tu corazón y tus ojos están conectados directamente.
Lucía: ¿Y qué va a pasarme? ¿Voy a poder ver normalmente?
Doctor: Es una operación experimental y delicada. No teníamos alternativa. Era hacer esto o que te quedaras ciega. Así que enseguida conoceremos el resultado. ¿Estás lista para quitarte la venda y abrir los ojos?
Dos semanas más tarde...
Ainhoa: ¿Ya estás completamente recuperada, hermanita?
Lucía: Sí, completamente.
Ainhoa: ¿Y qué tal ves?
Lucía: Fenomenal. Incluso diría que mejor que antes del accidente.
Ainhoa: ¿Ya te has reincorporado al trabajo?
Lucía: Sí, hace un par de días.
Ainhoa: ¿Y qué tal? ¿Cómo está el ambiente por allí?
Lucía: Pues... ahora me cae mucho mejor mi jefa. Me he dado cuenta de que ella nos exige tanto porque quiere que la empresa no se hunda, que salga de la crisis. Necesita que los empleados demos el cien por cien. No lo hace para fastidiarnos. Porque si cada uno rinde satisfactoriamente en el trabajo, al final el beneficio será para todos.
Ainhoa: Jo, cuánto me alegro. Qué buena noticia. [...] Oye, ¿y al final se queda tu hija contigo o se va a vivir con su padre?
Lucía: ¿Sabes?, he comprendido que María tenía bastantes carencias afectivas. El pedirme tantas cosas materiales era su modo de reclamar mi atención y mi cariño. [...] La verdad es que yo siempre he sido bastante fría con ella, pero eso ya está cambiando, y cada día que pasa nos llevamos mejor.
Ainhoa: ¿Y con su padre? ¿Sigues resentida con él?
Lucía: Pues el otro día me llamó Lorenzo por teléfono y me pidió que nos viéramos. Dijo que quería hablar conmigo y tener la oportunidad de explicarse, ya que nunca se la había dado.
Ainhoa: ¿Y...?
Lucía: Pues nada, quedamos y se la di. Total, que se explicó y me pareció muy convincente todo lo que me contó. En fin, que vernos en persona fue un gran acierto. Pude mirarlo a la cara. Y percibí claramente que me hablaba desde el corazón. Comprendí que él no tuvo ninguna intención de herirme en su día, que hizo lo que hizo porque no supo hacerlo mejor. Además... en un momento dado, me sonrió, me cogió la mano, la besó dulcemente y... ¡me encantó! Fue maravilloso sentir su cariño, su ternura y su amor.
Ainhoa: ¡Qué bien!, ¿no?
Lucía: Sí, ahora veo a Lorenzo con otros ojos...
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