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Mostrando entradas de 2017

10 formas de empatizar con un árbol

1) Siendo un gran amante de la quietud. 2) Mascando chicles de clorofila. 3) Cultivando la flexibilidad. 4) Sabiendo echar raíces. 5) Teniendo altura de miras. 6) No andándose por las ramas. 7) No siendo un malasombra. 8) Teniendo madera . 9) Viviendo en el quinto pino. 10) Respetando a la Naturaleza.

La parte no es el todo

Juan: Cariño, ¿qué hace la licuadora junto al cubo de la basura? Pilar: Es para tirarla. Juan: ¡¿Para tirarla?! ¡No fastidies! ¡Pero si nos la regaló tu tía Federica, la ricachona, y le costó una fortuna! Pilar: Me da igual. No funciona bien. Es mejor tirarla y comprar otra. Juan: A ver, Pilar, esta licuadora está hecha por encargo en la mejor fábrica de Alemania. No hay otra igual en el mundo. Es una pieza única e irrepetible, una obra maestra de la ingeniería. Pilar: Es verdad que al principio iba de maravilla, como la seda, y hacía unos zumos deliciosos, impresionantes, pero en los últimos meses ha ido de mal en peor. Ahora saca poco zumo, a veces la fruta se atasca en la cuchilla y el motor se recalienta... Un desastre. Juan: Seguro que se puede arreglar, cariño. Voy a hacer unas averiguaciones... Una semana más tarde... Juan: Mira, Pilar, envié un correo a la fábrica de la licuadora y me han dicho que la cuchilla que lleva tiene un defecto de fabricac

El miedo de los valientes

Un grupo de adolescentes, estudiantes de un instituto, visitan con su tutora un parque de bomberos... Lorenzo (bombero): ...bueno, después de todas estas explicaciones y de lo que os hemos enseñado, ¿cuál es vuestra impresión? ¿Os atrae la vida de un bombero? Ismael (chico en visita escolar): Para mí esta visita es un sueño hecho realidad. A mí me encantaría ser bombero cuando tenga la edad para prepararme. Lorenzo: ¿Y por qué te gustaría hacerte bombero, Ismael? Ismael: Pues porque los bomberos son personas muy fuertes y valientes, y no tienen miedo a nada. Lorenzo: Verás, Ismael, no sé otros compañeros, pero yo siento un miedo muy intenso cada vez que suena la alarma en el retén y tenemos que salir corriendo para atender un incendio de primera magnitud. El corazón me da un vuelco, el estómago se me encoge y las pulsaciones se me disparan a más de ciento cincuenta sin que pueda evitarlo. Sé que podría tener un percance fatal y no volver a ver nunca más a mi mujer

Shakti

Sentada a la vera de la cascada, iluminada su tez por los rayos del un sol vigoroso, tranquila y serena bajo las ramas de su sauce preferido, con el alma concentrada en el vacío y el silencio, meditaba la hermosa Shakti. Era un día de un verano cualquiera, y el aire a su alrededor, impregnado de feminidad, olía a flores y a juventud. Un amor de fuego incendiaba los corazones de los hombres cuando Shakti caminaba por las callejas de la aldea, con su porte elegante y etéreo, sus ojos de jade y contoneándose alegremente sus caderas bajo las gasas de sus ropajes. Pero más que todos ellos, la amaba Shiva, el hombre de las montañas de oro. Amaba la sonrisa de Shakti y su dulce voz, amaba su forma de caminar y la completa delicadeza de sus movimientos, amaba lo que Shakti hacía y decía. Y amaba, por encima de todo, su espíritu y su grandeza, la pulcritud de sus pensamientos, la atípica nobleza de su corazón, la divinidad exquisita que rezumaba su ser... Era un día de un verano cualqu