Conforme transcurre el tiempo, poco a poco, el recuerdo de mi padre se va dulcificando en mi memoria. Fueron muchos los momentos agradables que viví con él y que, cada vez más, se me hacen presentes en el día a día. No en vano, once años compartidos con él, aunque esporádicamente (mis padres se separaron al poco de nacer yo), dieron para muchas experiencias. Me acuerdo de los momentos en los que le acribillaba a preguntas: ¿Por qué caen las manzanas de los árboles y no las estrellas del cielo?, ¿Por qué las ruedas de los trenes no son como las de los coches?, o, ¿Por qué se enciende la luz cuando le doy al interruptor? ... La suerte que tuve, inmensa diría yo, es que mi padre era un hombre cultivado. Sabía de todo. Y conocía. prácticamente, todas las respuestas a mis inacabables preguntas. En una época en la que Internet quedaba a varias décadas de distancia del futuro, mi padre se nutría frecuentemente de los libros. Leía todo cuanto caía en sus manos. Y, ¿sabéis
RELATOS, DIÁLOGOS, FÁBULAS, CUENTOS, ENSAYOS, POEMAS, CRÓNICAS, CARTAS Y CORREOS-E, PENSAMIENTOS, REFLEXIONES Y DEMÁS TEXTOS LITERARIOS QUE VOY ESCRIBIENDO EN MI DÍA A DÍA.